El Parlamento discute una modificación al régimen de adopciones. De ser aprobada, el Inau centralizará todo y desaparecerán las vías alternativas para aquellos que buscan adoptar y que son las únicas que hoy atienden la realidad de la madre biológica.
Paula Barquet
Lorena tejió unos escarpines de hilo celeste para su hijo. No sabe cuánto miden sus piecitos ni cuántos pares iguales tiene, pero los envolvió en papel de regalo y se dirigió a donde vio al niño por última vez. Fue en una cuna de mimbre que el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) dispone para el momento de la despedida.
Mientras Lorena manipulaba nerviosa el paquete, llegó una chica embarazada al hall del MFC. Se llamaba Soledad, iba a dar su hijo en adopción. Ese jueves, como todas las semanas, había ido a reafirmar su decisión. Por unos minutos las dos mujeres conversan, se entienden. Necesitan alguien que les diga que no son malas madres por querer una vida mejor para sus hijos.
Como ellas, otras madres biológicas se acercan al MFC en busca de contención, antes y después de dar a luz. Allí las reciben tres mujeres y dos psicólogas que trabajan en forma honoraria. Mabel Jover, presidenta de la organización, es una de las que, entre otras cosas, recibirá los escarpines de Lorena y los hará llegar, le promete, al matrimonio adoptante.
"La madre viene porque está desesperada", asegura Jover. La lista de los posibles motivos es larga y variada, pero el caso más recurrente es la mujer que ya tiene varios hijos y no puede mantener ni uno más. "Por supuesto hablamos de anticonceptivos, y cuando se retira con dolor -porque nunca vino una madre que deje un niño y no le duela-, yo le digo que por favor tome las pastillas", relata la mujer que dedicó 30 de sus 70 años de vida a esta tarea vocacional.
Hubo un tiempo en que el MFC recibía muchas madres biológicas. El año pasado fueron 10. Pero a esta altura del año recién van dos o tres, y Jover no sabe el motivo. De todas formas, está tranquila con lo que ha hecho y aun hace el MFC. No hay ningún otro organismo que brinde apoyo a la madre biológica.
El Inau, que por ley se encarga de todo en materia de adopciones, no tiene ninguna atención para quien entrega a su hijo. "No corresponde al Inau seguir trabajando con esa situación porque nosotros somos el Instituto del Niño y el Adolescente, y (la madre biológica) es un adulto", explicó la directora de Departamento de Legitimación Adoptiva y Adopción del Inau, Beatriz Scarone, en un seminario de la Facultad de Psicología. Scarone no contestó las consultas de Qué Pasa.
Lo que Jover y su equipo realizan, además de contener, es asegurar que la decisión sea tomada a conciencia. Si se trata de un impulso temporal, si hay un problema de pareja que se puede resolver, o si lo que hay detrás es miedo de enfrentar a la familia, en todos esos casos, en el MFC se busca que la embarazada recapacite y se quede con el niño.
Y cuando está segura de la decisión, se la prepara para la entrega. "Estas son madres de verdad, porque están pensando en el otro. Ya saben lo que es ser madres. No son como esas que llenan el rancho de nenes y ni los miran", opina con dureza la presidenta del movimiento.
MADRES "QUE PIENSAN". Cuando Daniela quedó embarazada se le vino el mundo abajo. Ya tenía cinco hijos. No quería (no podía) alimentar otra boca. Su marido estaba desempleado, le pedían el desalojo, la plata no daba. Uno de sus hijos tiene discapacidad. Todo se había complicado. Se vio desbordada y decidió no tenerlo, pero en Emergencia Sanitaria del Hospital Pereira Rossell no la dejaron abortar. Y el feto siguió creciendo.
Daniela no se hizo ningún control médico en esos nueve meses. No quería generar ningún lazo con la criatura ni conocer su sexo. Sabía que ese niño no iría su casa. Mientras simulaba estar enferma y escondía la panza entre ropas sueltas, esperaba que un milagro le cayera del cielo.
Y cayó. Cuando se internó para dar a luz, una médica auxiliar del Hospital de Clínicas la vio llorar y le preguntó qué pasaba. "No se lo des a nadie", le dijo. "`Yo tengo una persona que lo quiere. Te doy el número y vos hablás con ella".
La aspirante apareció enseguida. "Ya en el hospital le cambiaba los pañales, le sacaba fotos", cuenta Daniela. "Y cuando yo la veía venir, era muy difícil porque pensaba `ahora se la lleva y no la voy a ver más`. Pero me quedé contenta en el momento que vi la cara de felicidad que tenía. Y todo el mundo en la casa de ella estaba esperando esa niña", recuerda.
La madre adoptiva es una mujer divorciada, de la que no sabe mucho pero con la que mantiene un contacto bastante frecuente vía mensaje de texto. Entre las dos acordaron que la niña se llamara María Paula. En cada cumplemes, Daniela escribe en su celular: "Hola, Gabriela, ¿cómo está? Hoy Paula cumple tanto, quiero saber cómo está", a lo que la mujer responde "Gracias, quedate tranquila que Paula está bien".
A siete meses de haber dado a su niña en adopción, a Daniela se le caen las lágrimas con sólo tocar el tema.
"La señora es una doctora que la tiene muy bien", cuenta. Quería alguien que le diera todo lo que ella no podía, y la encontró. "Tiene hasta una persona que la cuida cuando la madre trabaja, pero no es fácil", repite descorazonada. Todos los días, en algún momento, se acuerda de la hija que entregó.
Si Gabriela no responde sus mensajes, le invade una desesperación tal que le dice a su abogada y confidente: "se la voy a reclamar". Y aunque de hecho no lo hace, Daniela todavía tiene el derecho a arrepentirse porque hasta que pase un año de la entrega, conserva la patria potestad. "Yo no voy a usar ese derecho. Porque la niña sufre, y la madre ya es ella, que va a sufrir también", asegura. "Además, ¿para qué?"
Dice que no necesita un psicólogo. Cuando tiene una recaída, se apoya en su abogada o en su marido, que le dice que se quede tranquila y le sugiere que le mande otro mensaje de texto a Gabriela. Es que las chances de encontrar calma no son muchas.
"Nadie sabe nada. Ni en el barrio, ni mi familia. Nadie, nadie, nadie. Traté de ocultarlo porque si no, después que yo tuviera, iban a preguntar `qué hizo con la chiquilina`. Y yo más que nada por los chiquilines. La gente dice `ésta lo tuvo y lo tiró, o lo regaló`", piensa.
Es el estigma de "mala madre" que llevan las mujeres que deciden dar a sus hijos. Les toca a las que los abandonan en el hospital después de parirlos, a las que los tiran en un contenedor, y a las que los dan por lo que ellas entienden que es un acto de amor.
En ocasiones les da por golpearse la panza, porque desprecian la situación. Se sienten culpables, y piensan, como Daniela: `La di porque soy mala madre, regalé a mi hija`. "Pero después me doy cuenta que se la di a alguien que la quiere y la tiene bien. Y yo también la quiero", reflexiona con tristeza.
"El prejuicio se lo tienen que bancar. El medio las crucifica", comenta Jover, del MFC. A veces, asegura Daniela, en el entorno en que vive es mejor visto hacerse un aborto que entregar un hijo en adopción.
VÍAS PARALELAS. Como Daniela, otras tantas mujeres se contactan con madres adoptivas por sus propios medios, sin recurrir al Inau. Los intermediarios, que le llaman, muchas veces son familiares, amigos o conocidos. Sobre todo en el interior, donde todos se conocen y las noticias corren rápido. Es muy común que en los hospitales se realicen llamadas telefónicas avisando que hubo un parto, y que luego un matrimonio que no engendró salga de allí con un hijo.
Eso es ilegal. Se llama falsificación ideológica y por ese delito fue procesada en 2004 una mujer conocida como "la enfermera de Artigas". Se estima que concretó más de 30 adopciones sin cobrar un peso.
Otra "vía paralela" -así les gusta llamarla a quienes la ejercen- es la intermediación conocida como "guarda puesta". La dinámica es similar a la que ocurre frecuentemente en el interior, sólo que dos abogados hacen defensa de las partes y dan noticia al juez competente dentro de las 48 horas previstas en el artículo 142 y siguientes del Código de la Niñez y la Adolescencia (ley 17.823). A menudo los mismos abogados ofician de intermediarios.
Y aunque no lo es, suele llamársele adopción ilegal. Muchos profesionales -dice una abogada cuyo nombre pidió mantener en reserva- se dedican a esto. Ella es madre adoptiva. Junto a otras mujeres con esa condición quisieron fundar una ONG que hiciera algo parecido a lo que logró el MFC, pero en el Inau nunca le concedieron siquiera una entrevista para obtener la habilitación requerida.
Hace 12 años que se las arregla, junto a algunos colegas, para hacerlo igual. No quiere decir cuánto, pero cobra unos pocos miles de dólares por todo el proceso, que consiste en acompañar a la madre durante el embarazo (facilitarle y acompañarla a los controles médicos, y darle ayuda alimenticia en caso de necesitarla), y hacer los trámites de legitimación adoptiva.
Ella defiende convencida lo que hace, aunque reconoce que le ha dado "varios dolores de cabeza". Una vez, la hermana de una madre biológica con la que estaba tratando, denunció a la otra por estar vendiendo a su hijo. "En realidad fue porque la veía comer, porque el matrimonio le daba una canasta básica, porque le habían puesto de nuevo la luz y el agua", cuenta la abogada. La hermana había dado cinco hijos al Inau. Por ese conflicto la abogada fue indagada varias horas en un juzgado del interior.
"Se escucha decir que los orfanatos del Inau están llenos de niños, y que fijate cuántas parejas hay para adoptar, ¿pero sabés por qué esos niños no se dan? Porque en su mayoría tienen patologías", explica indignada. Los controles que ella exige a las madres biológicas llevan a que nazcan niños sanos, que es lo que la mayoría de los matrimonios quieren.
Además, la abogada asegura que muchísimas madres biológicas fueron pupilas del Inau, y no están dispuestas a dejar a sus hijos allí porque para ellas fue un sufrimiento. "Si tengo que entregarlo, que tenga una vida mejor", es un pensamiento recurrente, dice la presidenta del MFC. Daniela, por ejemplo, ni consideró dejar su hijo en el Inau. No le gusta "cómo los tratan".
Las "vías paralelas" al organismo estatal tienen la ventaja de ser más rápidas: los padres adoptantes no tienen que esperar varios años para recibir un niño. A su vez, las madres biológicas tienen el derecho de elegir y conocer, si así lo desean, al matrimonio que se quedará con sus hijos. Esto en el Inau no es posible, ya que los niños pupilos del Estado suelen ser abandonados y rara vez se conoce su origen.
En julio de 2008 fue aprobado en el Senado un proyecto que reforma la ley 17.823. Entre otras cosas, se propone la eliminación de todas las vías paralelas, prohibe el intermediario y lo cataloga como figura delictiva. En estos días, Diputados analiza el proyecto. De ser sancionado, las madres biológicas no tendrían otro camino para dar en adopción a su hijo, que entregarlo en el Inau. Un instituto que, según coinciden todas las fuentes citadas, padece la peor reputación.
"Y si se aprueba la ley, nos borramos", concluye Jover. No han hecho tratativas con parlamentarios para frenarla porque consideran que sería "hacer guerra contra el viento". Visualizan claramente que la modificación finalmente saldrá, y lo aceptan con resignación. "El Inau no puede hacerse cargo como nosotros, aunque cumpla la misma función", piensa la presidenta del MFC. "Nosotros lo hicimos con alma y vida".
También víctimas
"Las políticas en favor de la adopción insisten en el superior interés del niño" al que consideran única víctima de la separación, "sin advertir que la mujer de la cual es hijo también es una víctima", dice la psicóloga Eva Giberti en Madres excluidas. Mujeres que entregan a sus hijos en adopción (1997).
El Inau paternal
La ley 17.823, que desde 2004 regula el Código de la Niñez y Adolescencia, está en proceso de reforma en lo que refiere al régimen de adopciones. La principal propulsora de la modificación es la senadora frentista Margarita Percovich. En julio de 2008 el proyecto fue aprobado por Senadores y desde entonces se encuentra en Diputados, donde se han analizado algunas modificaciones. Al cierre de esta edición, la comisión de Constitución discutía cambios en la redacción, a sugerencia de algunos expertos.
La reforma incluye algunos cambios controversiales. En primer lugar, la posibilidad de que una pareja de homosexuales pueda adoptar un niño. También se ha cuestionado el poder que se le otorgaría al Inau, ya que tendría la competencia exclusiva en la selección de las familias, descartando al Movimiento Familiar Cristiano y a todas las demás vías como la de "guarda puesta", que hoy funcionan para concretar una adopción. Se haría un registro único de niños y familias con el fin de favorecer la transparencia. Por otro lado, dejaría de existir la adopción simple (que hoy puede realizar una persona sola, con limitantes en los derechos sucesorios, por ejemplo), y todas serían adopciones legítimas. Otro punto en el que algunos parlamentarios aun tienen dudas es que se desplace a la Justicia a un rol meramente administrativo, dándole todo el poder al Inau.