SINOPSIS Drama basado en la autobiografía de Li Cunxin. A la edad de 11 años, Li es sacado de una pobre aldea china por los delegados culturales de Mao y llevado a Pekín a estudiar ballet. En 1979, durante un intercambio cultural con Texas, el joven se enamora de una mujer norteamericana, pero no le dejan permanecer en Estados Unidos...
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Li Cunxin abandonó China por Estados Unidos, un recorrido del que da cuenta “El último bailarín de Mao”, la nueva película de Bruce Beresford.
Cuando Mikhail Baryshnikov desertó de la Unión Soviética en 1974, fue una noticia de actualidad que atrajo la atención del público tanto hacia el bailarín como hacia el ballet.
Pero no fue por cierto el único bailarín que desertó de un país comunista y se radicó en Occidente en esa época. Li Cunxin abandonó su casa y su estilo de vida en China rural para hacer una carrera en la danza en Estados Unidos, un recorrido del que da cuenta “El último bailarín de Mao”, una nueva película de Bruce Beresford.
Li inicialmente viajó desde la Academia de Danza de Beijing al Houston Ballet invitado por Ben Stevenson, el entonces director artístico de la compañía. Después de desertar en 1981, Li llegaría a ser una estrella.
“Entre los que no hay que perder de vista está Li Cunxin, uno de varios jóvenes bailarines chinos de Pekín que han estado estudiando y trabajando con el Houston Ballet”, escribió Anna Kisselgoff en The New York Timesen 1981. “Baila con una elegancia extraordinaria, usando su torso y sus brazos con una gracia maravillosa, y también es un as en los giros”.
Li bailaría con la compañía 16 años, para luego trasladarse a Australia y escribir una biografía que fue un best-seller y que serviría de base para el film. Chi Cao, rector en el Birmingham Royal Ballet, tiene el papel protagónico interpretando a Li, y Baryshnikov aparece en un video que miran los estudiantes de la academia de Beijing.
En una entrevista telefónica desde Australia, Li, que actualmente tiene 49 años, habló de la película y de los cambios que han experimentado tanto él como China.
Los siguientes son extractos de esa conversación:
P. ¿Cómo fueron sus primeros años de vida?
R. Nací en una época durísima para China. Nací en 1961, pero entre 1958 y 1961 entre 35 o 38 millones de personas murieron de hambre, de modo que nací en un tiempo terriblemente difícil de la historia china y era el sexto de siete varones. Se imaginará lo difícil que fue para mis padres criar a siete hijos, y mis padres eran campesinos y nunca tuvieron el privilegio de ir a la escuela o sea que no sabían ni leer ni escribir.
Para ellos, era una lucha cotidiana cuidar que sus hijos no murieran de hambre. De chico, en las comidas que hacíamos no teníamos suficiente para comer. Cuando nací, mi destino por lo tanto era ser campesino.
P. Cuando tenía 11 años lo eligieron para dejar su casa.
R. Fue un momento increíble. Como se ve en la película, cuatro hombres de Beijing entraron en nuestra aula y se presentaron como asesores culturales de Madame Mao de la Academia de Danza de Beijing y dijeron que estaban buscando talentos para crear un ballet.
Ese día, hacía un frío helado y nevaba, y el viento hacía volar los copos de nieve, que se arremolinaban afuera, y estábamos sentados en una casucha estudiando los textos de “Te amamos, presidente Mao”. En mitad de la lectura del libro, entraron a la clase y nos hicieron levantar y cantar canciones.
Ese día, hacía un frío helado y nevaba, y el viento hacía volar los copos de nieve, que se arremolinaban afuera, y estábamos sentados en una casucha estudiando los textos de “Te amamos, presidente Mao”. En mitad de la lectura del libro, entraron a la clase y nos hicieron levantar y cantar canciones.
Resulta que todos usábamos esos abrigos gruesos acolchados y pantalones que nos habían hechos nuestras madres y parecíamos unos gnomos redondos, y estos asesores trataban de analizar nuestros gestos faciales y hacerse una vaga idea de qué tipo de cuerpo teníamos. Primero pasaron de largo al lado mío pero cuando estaban saliendo, mi maestro les palmeó el hombro y dijo ¿y ése? Y eso fue todo. Más tarde, nos llevaron al despacho del director de la escuela, y nos desnudaron y midieron cada centímetro de nuestros cuerpos y nos obligaron a levantar las piernas. Fue muy doloroso. Me desgarraron los dos isquiotibiales.
P. En la película, el entrenamiento parece ser muy riguroso. ¿era así?, ¿es diferente de las escuelas de ballet de otras partes?
R. Sí, es muy diferente. Empezábamos a las 5.30 de la mañana y seguíamos sin parar hasta las 9 de la noche, seis días por semana. No solamente hacíamos ballet, sino acrobacia, artes marciales; también hacíamos pas de deux. Pero también, lo que era más importante, nos lavaban el cerebro políticamente, para que creyéramos en el comunismo y fuéramos la Guardia Roja en el mundo del ballet.
P. ¿Cuándo se enamoró del ballet?
R. Al principio odiaba el ballet. Pensaba que era la cosa más aburrida, pero finalmente llegó ese profesor maravilloso a mi vida, y él realmente amaba el ballet. Fue al final del segundo año y estaban a punto de mandarme a casa, y llegó ese profesor genial a mi vida y me inculcó pasión por la danza.
P. ¿Usted y sus compañeros estudiantes realmente miraban videos de Baryshnikov?
P. ¿Usted y sus compañeros estudiantes realmente miraban videos de Baryshnikov?
R. Sí, cuando Mao murió, una de las ex graduadas de la Academia de Danza de Beijing que vivía en Japón en esa época lo trajo de regalo para la escuela. Y al principio, solamente los profesores tenían derecho a verlo. Finalmente, rogamos que nos dejaran ver la grabación e hizo volar literalmente mi imaginación y Baryshnikov pasó a ser una constante inspiración.
P. ¿Qué significó su deserción para otros artistas en china?
R. Yo fui de alguna manera el primer desertor de China en el área cultural, y era todavía la época en que China estaba muy cerrada. Después, de golpe, eso abrió la puerta a los artistas chinos. A través de mi historia, espero que el público se dé una idea de los cambios que se han estado produciendo en China. Además, el ballet es muy occidental, o sea que llegar a la escena internacional y tener éxito es un gran paso cultural.
P. ¿Qué sintió al actuar en EE.UU. por primera vez?
R. Fue increíble. Cuando entré la primera vez reemplazando a un bailarín lesionado, sentí que por primera vez en mi vida era libre, pese a que estaba terriblemente nervioso. Estaba frente a un público que amaba de verdad el arte del ballet, y el público esa noche estaba electrizado, y la gente gritaba y exclamaba. Jamás podría haber soñado ese tipo de recepción.
P. ¿Lamenta algunos de los sacrificios que se vio obligado a hacer?
R. Cuando me quedé en Estados Unidos después de mi deserción estuve totalmente desconectado de mi familia y todos mis seres queridos durante seis años. Pensando que nunca me permitirían volver a China para verlos –fue el sacrificio más doloroso que puede hacer una persona. Pero, ¿lo haría si se dieran las mismas circunstancias? Sí, definitivamente.
P. ¿Lo influyó como artista?
R. Como artista, experimentar esa libertad de bailar sin miedo, sin presión política, es realmente increíble, y nunca la habría experimentado estando en China.
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Bruce Beresford: «Ahora los chinos son los últimos que abrazarían el comunismo»
El oscarizado director de 'Paseando a Miss Daisy' clausura la Seminci con 'El último bailarín de Mao'
Bruce Beresford (Sydney, 1940) tocó el cielo de Hollywood con los cuatro Oscar de 'Paseando a Miss Daisy'. En 'El último bailarín de Mao', la cinta de clausura de la Seminci, adapta la autobiografía de Li Cunxin, el primer bailarín chino que desertó y pidió refugio en los Estados Unidos.
- ¿Qué sabía usted de ballet?
- No mucho. Creía que todos los bailarines eran gays; ahora creo que más bien se meten en ballet para ligar. Leí la autobiografía de Li hace ocho años, pero ¿dónde encontraba a un bailarín chino que además supiera actuar y hablara inglés? A Russell Crowe puedes enseñarle a boxear, pero no a bailar 'El lago de los cisnes'. Al final, descubrimos a Chi Cao en el Royal Ballet de Birmingham.
- Pudo rodar en los escenarios reales de la historia en China.
- Sí. En esos días se rodaban películas americanas de gran presupuesto, creo que esta producción australiana pasó desapercibida para las autoridades. Leyeron el guión y querían que quitáramos todas las referencias al Gran Timonel. Allí recuerdan a Li con amargura, porque después de su salida Mao prohibió que los bailarines abandonaran el país. Hoy Li tiene 49 años, es broker y vive en Melbourne.
«¿Sufren ustedes una crisis?»
- ¿Cómo entiende la relación entre el arte y la política?
- Para algunos artistas, como Picasso, es inevitable el componente político, le tocó vivir un momento histórico muy convulso. En esta película la parte política es el fundamento del drama, si el protagonista no hubiese vivido en un régimen dictatorial no habría historia. Yo no estoy obsesionado con la política. Una vez me pidieron firmar en Australia a favor de revisar la Constitución para que sólo hubiera un partido político. Me negué, pero muchos colegas dijeron que sí.
- En España, el cine no se entiende sin subvenciones del Estado.
- Y en Australia también. El Gobierno invierte en cada producción pero nunca se inmiscuye en los contenidos. Allí todos los directores son más bien de izquierdas.
- El concepto de subvención es insólito en Hollywood.
- No creas. Hay una larga tradición de filantropía privada, de organismos privados que ponen dinero para hacer cine. Y en cierto sentido hay subvenciones públicas. Cada Estado apoya que se rueden películas en su territorio y hay desgravaciones fiscales, devuelven al productor hasta el 45% de lo invertido. Es una cantidad mayor que cualquier subsidio.
- ¿Cree que los chinos son más felices con un sistema capitalista?
- Por supuesto. Ahora es un país más capitalista que ninguno, son los últimos que abrazarían el comunismo, ja, ja. Hace pocos años iban con el uniforme y la bicicleta. Li me contó que eran ilegales las reuniones de más de cinco personas. Y ahora están obsesionados con las compras, la juerga, los restaurantes y son jugadores compulsivos. Creo que los más interesados en el comunismo son los ingleses, porque no les interesa pasárselo bien en ningún lado.
- ¿Y en China no pueden acabar como la URSS?
- Me cuesta creer que en Rusia no estén mejor ahora. Yo viajé a Moscú en 1979, en un intercambio cultural. Me alojaba en un gran hotel, y no había ni comida. A los tres días llamé a la embajada australiana porque me moría de hambre. También pasé por España en 1962, un país muy pobre. Hoy... es como Australia.