Las profecías mayas no pronostican el fin del mundo, sino el fin de un ciclo cósmico en el cual grandes acontecimientos llevarían a la raza humana a un nuevo ciclo de civilización.
La película apocalíptica “2012”, que está haciendo furor en el mundo y que se estrenó en Argentina la semana pasada, ha generado una suerte de cachetazo en la generalizada visión lejana frente a las profecías que advierten sobre tiempos convulsionados y catastróficos relacionados con la degeneración de la moral humana. Su propio director, Roland Emmerich, confeso incrédulo de que el mundo nos dirá adiós en 2012, no ocultó sus titubeos: “tengo que admitir que hay un par de libros que realmente me asustaron”, dijo.
Sin embargo, al contrario de lo que la cultura popular cree y el sensacionalismo de algunas películas y libros dan a entender, las profecías mayas no pronostican el fin de la civilización entera. Dotados de un extenso conocimiento sobre matemáticas y astronomía, los mayas vaticinaron para el sábado 21 de diciembre del 2012, el fin de un gran ciclo cósmico, donde grandes acontecimientos a nivel planetario llevarían a la raza humana hacia un nuevo ciclo de civilización.
Con una exactitud exquisita, los mayas supieron proyectar el acontecimiento que ocurre una vez cada 26.000 años, cuando el Sol y la Tierra se alinean con el centro de la Vía Láctea.
El legado maya habla, con una precisión sorprendente, sobre una ola de calor que derretiría los polos, así como sobre un cometa que amenazaría la existencia de la raza. Sin embargo, el mensaje gira siempre en torno al comienzo de un nuevo ciclo; señala a la catástrofe como una etapa de purificación para el nacimiento de una nueva humanidad, y un periodo previo que se traduce como una oportunidad única para el hombre de reflexionar y rectificar los errores cometidos para alcanzar la armonía con el cosmos.
Hay supuestamente 7 profecías que dejaron los mayas. Lo que es asombroso, o más bien alarmante, es que el tiempo en que vaticinan la calamidad coincide con los presagios de otras culturas. Pero también está la esperanza en todas. Nostradamu, los Mayas, los Egipcios, la antigua cultura Hopi y tantos otros –incluidos los chinos antiguos– parecieran haberse puesto de acuerdo para prever el fin de la civilización presente cuando grandes calamidades y conflictos sin igual darían paso al nacimiento de una civilización renovada, espiritualmente altruista.
“Para los antiguos mayas, era una gran celebración del fin de un ciclo completo”, dice por su lado Sandra Noble, directora ejecutiva de la Fundación para el avance de los estudios mesopotámicos, en Crystal River, Florida.
Por otra parte, “Nosotros, la comunidad arqueológica, no tenemos registros o conocimiento de que los mayas creyesen que el mundo se terminaría en el 2012”, explica al respecto la curadora del Museo de historia natural de Florida, Susan Milbrath.
Advertencias que brotan hoy de la cultura china milenaria
Son también muchas las profecías que ha dado la antigua China, aunque la mayoría de ellas se presentan con la forma de metáforas, acertijos, pinturas, cuentos, sueños, etc. Nunca se han mostrado a sí mismas directa y claramente. Esta característica se corresponde con la cultura y espiritualidad chinas, en las que se cree que la vida humana viene originalmente del cosmos y que el hombre –antes un ser iluminado–, aunque se haya desmoralizado y perdido en medio de la confusión, está dotado de sabiduría, inteligencia y libre albedrío para iluminarse por sí mismo dentro de la ilusión del mundo humano. Es que los chinos antiguos decían que primero hay que creer sin ver, y sólo se verá si antes se cree.
Algunas de estas profecías antiguas chinas que señalan un nuevo mundo después de una catástrofe, no habían salido a la luz sino hasta poco. El tiempo ‘elegido’ para ser despertadas del profundo letargo es precisamente este, lo cual no deja de llamar la atención. ¿Un manejo del Cielo? Para el pensamiento antiguo chino, sí.
Los chinos creen que las profecías no son dejadas para que se cumplan, sino para que el ser humano cambie positivamente, corrija los errores con las lecciones aprendidas y evite así las previsiones negativas. Estos legados se entienden como el gran ‘ci bei’ (misericordia) del Cielo. Desde este ‘ci bei’, diversas predicciones se entrelazan en las viejas enseñanzas para prevenir que el hombre se corrompa y amenguar los daños de una catástrofe resultante –según se deduce de las mismas– de la desviación de su comportamiento.
Al final, el hombre decide su propio destino.
Oriente y la catástrofe del periodo del fin de la Ley
En la India, hace 2500 años, el Fo (Buda) Sakya Muni profetizó que el Fa (Ley) que él enseñaba sólo podría ser transmitido durante 500 años, y que después de 500 años vendría el periodo del fin de Fa. La humanidad llegaría a un estado en que su enseñanza no servirá más para salvar la gente.
Hoy, 2000 años después, de acuerdo con la Escuela Fo (Buda), ya no existe más Ley en el corazón del hombre para restringirse de hacer cosas malas. El deterioro de la moral humana de hoy puede entenderse como el periodo anunciado, el final de Fa.
Una de las profecías que señalan este periodo del fin de Fa (la Ley) y la gran catástrofe es la tabla de Liu Bowen. Liu Bowen, también llamado Liu Ji, fue un asistente del primer Emperador de la dinastía Ming (1368-1644), Zhu Yuanzhang (también conocido como Ming Taizu), quien unificó a China. Liu Bowen ayudó al Emperador a establecer la Dinastía Ming y se desempeñó como Primer Ministro. Pero no fue sólo una persona honesta y un gran Ministro, sino alguien que ‘obtuvo el Dao’ (el camino espiritual, la enseñanza).
De ahí se entiende cómo es que dejó tantas profecías al mundo –incluido el famoso Shao Bing Ge– cuyas predicciones tienen un alto grado de comprobación al día de hoy.
La profecía de la “Tabla de Liu Bowen de la montaña Taibai de la provincia de Shanxi” fue hallada recientemente, 700 años después de ser escrita, luego de un gran terremoto. Las palabras, al igual que en el caso de los antiguos mayas y de Miguel de Nostradamus, deslizan un futuro esperanzador para la especie humana, precedido por una gran catástrofe, donde tendrían lugar cambios profundos y una limpieza, a veces horrendos. Pero no habló de un final absoluto de la humanidad ni del universo
“De los pobres quedarán mil de 10 mil; de los ricos, dos o tres de 10 mil; si pobres y ricos no dan un giro en sus corazones, la hora de la muerte será inminente”
Tal como los mayas, Liu veía la esperanza de la raza en un cambio espiritual profundo después de esta gran limpieza, augurando que la gente que dé un giro en sus corazones, podría ser salvada.
Las fechas clave y “Tiempo del no tiempo”
En su calendario asombroso y perfecto, los mayas profetizaron que cuando el sistema solar en el sistema de la Vía Láctea haya pasado ‘el gran ciclo’ de 5125 años (desde 3113 antes Cristo hasta el invierno de 2012), el sol coincidirá exactamente con el punto donde se cruzan el Eclíptico y el Ecuador. Después, la Tierra saldrá de la Vía Láctea y entrará en una nueva etapa; la humanidad entrará en una nueva civilización que no tiene que ver con esta.
Los últimos 20 años del ‘gran ciclo’ (entre 1992 y 2012) son un período de suma importancia, que los mayas llaman el “Tiempo del no tiempo”. Este “Tiempo del no tiempo” aparece como un periodo de gran aprendizaje y cambios, y –según los mayas– es cuando el hombre entra en un gran salón de espejos y se mira adentro de sí mismo, analiza su comportamiento y toma la decisión de cambiar. Esto implica algo tan profundo: la voluntad libre del hombre. Implica la decisión de cada uno de pasar a la nueva etapa o perecer.
De la profecía se interpreta que en esta época del cambio de los tiempos, que está llegando a su fin, la humanidad tiene ofrendada la posibilidad y la responsabilidad de retomar su creencia en el aspecto espiritual. Se puede pensar que es un periodo regalado, una única y última oportunidad para salir del espejismo y cambiar el destino de la Tierra.
Desde el otro lado del mundo, Liu Bowen profetizó, “Si puede sobrevivir al año de la gran catástrofe, será un ser divino terrenal que permanecerá siempre joven; aunque sea luohan (un ser divino) de acero, tendrá dificultad de pasar el 1 de julio; el 13, no importa si es luojan de oro y acero, solo la bondad puede ayudar. Son difíciles de pasar los años del dragón y de la serpiente.”
Aquí, lo que profetizaron Liu Bowen y los mayas coinciden asombrosamente, si tenemos en cuenta que los años del dragón y de la serpiente son 2012 y 2013. ‘Luohan’ (o ‘arhat’ en sánscrito) es el primer grado de logro o ‘posición de fruto’ en el proceso de cultivación, en el lenguaje budista; Liu Bowen pone en evidencia el requisito de la elevación espiritual para superar la catástrofe.
La cultura china antigua se consideraba como una cultura semi-divina dejada por dioses que se reencarnaron en la Tierra. Por eso, se cree que los acontecimientos importantes en China son arreglados por el Cielo por ciertas razones, reflejos de “cambios celestiales”. Los chinos llaman a su país “Zhong Guo”, que significa “país central”. Todo ello se condice con pistas de sabios chinos, de que China sería el escenario principal de la última obra teatral de la humanidad.
Los chinos dicen: “los cambios celestiales dirigen los cambios terrestres”. Efectivamente, en este periodo del “tiempo del no tiempo”, a pesar de una cultura global cada vez más desligada de la formalidad religiosa, se han visto diversas corrientes de búsqueda de respuestas espirituales. También han surgido muchas escuelas, enseñanzas, así como charlatanes y comerciantes que buscan aprovechar aquella ansiosa demanda. Pero también, en este cambio celestial, aparecieron enseñanzas que realmente han contribuido a una verdadera elevación del hombre.
En 1989, en China ocurrió la matanza a los estudiantes en Tiananmen. Después de esta masacre, para amortiguar la tensión social, el régimen chino aflojó un poco las riendas para dar algunas pequeñas libertades, lo cual abrió el camino para el florecimiento de antiguas prácticas y enseñanzas legadas de la China antigua, que venían resurgiendo curiosamente desde mediados de la terrible Revolución Cultural en los ’60, agrupadas tímidamente bajo el nombre de “qigong”.
Las formas de ‘qigong’, en realidad, tienen miles de años de historia y data al comienzo de la historia china, de la cultura china antigua. Si bien hoy varias se transmiten –incluso en Occidente– como métodos energéticos para mejorar la salud, originalmente eran justamente vías de cultivación o mejoramiento físico y espiritual, a veces con formas más religiosas o místicas, cuya meta era que el hombre regresara a su estado más elevado que tenía antes de ser hombre terrenal.
Esta libertad personal para buscar algo de salud mental y física mediante el qiqong generó un gran movimiento de millones chinos que empezaron a abrazar estas disciplinas antiguas resurgidas.
El suceso más masivo y resonante en la difusión de estos sistemas de qigong comienza precisamente en 1992, cuando apareció entre el pueblo chino, por primera vez, la disciplina Falun Dafa, que alcanzó una popularidad sin precedentes para ser practicada pronto por cien millones de personas. Esta disciplina habla de las tres características del universo: Verdad, Benevolencia y Tolerancia, y la necesidad de ser una buena persona siguiendo estas características para la elevación del hombre.
En todos los estratos sociales había gente que ostentaba practicarla. Al poco tiempo de su propagación, en distintos ámbitos de la sociedad china se manifestaba un cambio profundo espiritual.
Aunque no fue percibido en el exterior debido al restringido flujo de información, en la década de los noventa se generó en China una gran corriente de miles de chinos que, uno tras otro, intercambiaban y hacían públicas sus experiencias de mejoras en la salud, de lograr una comprensión de la relación entre el hombre y el cosmos y de la necesidad de mirar hacia adentro para mejorarse espiritualmente y ser mejores personas, de manera de “volver a la verdad”, como pregona el Dao.
Otra fecha clave dentro de los veinte años del “Tiempo del no tiempo” comenzado en 1992 es el año 1999. Para aquel entonces, más exactamente para el 11 de agosto de 1999, los mayas profetizaron en su códice de eclipses que un eclipse demarcaría el ingreso de la humanidad al llamado “Salón de los Espejos”, en donde el hombre debe verse a sí mismo reflejado y cambiar su actitud frente a la vida. Las transformaciones del Sol por el eclipse alterarían el comportamiento del hombre y su forma de pensar y sentir.
Habría enfrentamientos por ideologías y religiones; habría cambios en las creencias espirituales, las religiones y los valores aceptados. Habría cambios en las formas de la justicia y el orden, de las comunicaciones, de los sistemas sociales y económicos. Desde 1999, se incrementaría más la separación por las diferencias, se potenciarían la agresión, el odio, las disoluciones de las familias, el derrumbe de la moral y de las éticas, los enfrentamientos por ideologías, religión, etc.
1999 fue una fecha clave para China también. Después de casi diez años de mayor apertura económica y algunas libertades personales, exactamente el 20 de julio 1999, el Estado prohibió la práctica de disciplinas antiguas espirituales, incluida la más difundida Falun Dafa. Así, se terminó la libertad de los chinos para perseguir una vida espiritual y un pensamiento individual sobre la vida. Esta prohibición que se convirtió en una persecución, especialmente contra Falun Dafa –por el gran número de practicantes–, ha generado situaciones de destrucción, muerte y sufrimiento de todos los involucrados.
Circunstancias como estas no difieren de aquellas predichas por los mayas para nuestros tiempos, y a su vez dan lugar al ‘Salón de los espejos’. Por ejemplo, en el caso de China, por el sistema político vigente, es difícil para un ciudadano desacatar las órdenes de malas acciones, aún cuando van contra sus conciencias. Pero justamente este tipo de situaciones extremas reflejan las decisiones finales y el posicionamiento del espíritu del hombre: frente a la adversidad, aparece la oportunidad de realizar grandes acciones de bondad, de valor y de rechazo a la maldad a costa del beneficio personal.
También se convierten en pruebas para cada conciencia individual del mundo: cómo se posiciona uno frente a tales situaciones, cuando se llega al punto de que grupos de gente están siendo exterminados con el propósito de destruir su fe. La prueba es dura, porque el hombre a veces tiene que elegir entre los intereses personales (la posición, el mercado, el dinero…) y la conciencia recta.
Otras profecías describen los desastres que enfrentará el hombre en este periodo apocalíptico, donde habría guerras por doquier, pestes, desastres naturales, una energía negra de perversidad, una sociedad en tumulto por derrumbe de la moral.
A esta altura, es difícil no ver la analogía en nuestra realidad inmediata. Los tornados, los tsunamis, los volcanes activos, las cenizas, el efecto invernadero que amenaza al planeta, son panoramas que deberían llevar a cada uno a reflexiones y a ocuparse urgentemente en el mejoramiento humano por el bien de su supervivencia.
Hercólubus, el cometa indecifrable
La sexta profecía maya dice que en los próximos años aparecerá un cometa que pondrá en peligro la existencia del hombre. Su nombre es Hercólubus, un cometa errante que no cumple con las leyes cósmicas establecidas, y que regresa luego de un acercamiento hace 25.000 años. Se trata, en realidad, de un planeta con una cola de cometa. Se mueve como un cometa, pero tiene la masa de un planeta; es un planeta con cola.
Hercólubus ya ha sido detectado por la ciencia, pero muchos científicos han dejado en la sombra este conocimiento por la incapacidad de explicar su trayectoria errante. Es que su comportamiento –según la profecía– está conectado con el estado espiritual del hombre. Se aleja cuando existe positividad sobre la Tierra, pero se acerca cuando estamos llenos de guerras, sufrimientos, etc. Si realmente penetrara nuestro sistema solar, podríamos verlo a simple vista.
La antigua China consideraba que todas las materias tienen vida, y que los planetas son deidades también. En China hay una enseñanza que dice que cuando podamos ver un planeta-cometa con nuestros ojos físicos, ya no se podrá negar más la existencia de un poder superior.
Los chinos antiguos contaron que cuando apareciera un cometa con todo su brillo en el cielo, el hombre creería nuevamente en la existencia divina y de una ley universal (Fo Fa). Pero, ¿será ya demasiado tarde? Según los legados mayas y chinos, ahora estamos viviendo en el periodo previo, el tiempo dado a la humanidad para corregir lo desviado y lo perverso, y evitar la llegada de Hercólubus.
El hombre superior
Los antiguos sabios chinos decían que solo en el ambiente más complicado pueden surgir personas con gran virtud. En la lógica de las profecías, aquellos que pueden mantener un comportamiento recto en este periodo son superiores, son quienes entrarán en el nuevo mundo.
Lao Tse habló del hombre superior, mediocre e inferior. El hombre mediocre hace lo que hacen otros y deja de hacerlo cuando otros dejan, porque su voluntad individual es débil; el hombre inferior se ríe sobre acontecimientos sobrenaturales, y de ese modo no puede asimilarse al universo, no entiende que la vida terrestre es solo un paso en la vida infinita de uno; tampoco puede ver claramente qué cosa es la que está haciendo mal, para cambiar su actitud y sus acciones.
En cambio, el hombre superior se comporta rectamente, rechaza la maldad, lidia con sus miedos y angustias, posee un corazón abierto a conocimientos nuevos, busca activamente las repuestas sobre la vida y el cosmos, y reconoce los cambios celestiales. En la lógica de las profecías, un hombre superior puede darse cuenta de que estos veinte años son un regalo del Cielo, una última oportunidad, única, ofrendada al hombre.
Al final del ciclo, cada hombre será quizás su propio juez en el salón de los espejos. La Biblia habla del Juicio final. La cultura china dice que el Cielo tiene ojos y que todas nuestras acciones quedan registradas. De alguna manera, según las más diversas profecías, todo lo hecho en la vida –y en especial, de acuerdo con los mayas, durante el “Tiempo del no tiempo”– será examinado, y habrá que saldar la cuenta.
No importara si fue por ambición, miedo, frustración o hasta amor, que uno se haya desviado de la moral, la ética y la rectitud. Tampoco habrá justificaciones por acciones moralmente desviadas echando la culpa a los valores morales laxos de la sociedad, los cuales justamente fueron las trampas puestas por la maldad para que la humanidad no pasara las pruebas. Será demasiado tarde para culpar a los demás o a Dios por lo que sucederá. Distinto será para aquellos que, como dijo el profeta chino Liu Bowen, pudieron, en este último periodo, “dar un giro en su corazón”.
Y despues...
Las enseñanzas mayas y chinas antiguas hablan sobre el nacimiento de una nueva humanidad para aquellos que pueden sobrevivir a la limpieza. El hombre entrará en una nueva época de aprendizaje, habiendo eliminado ya los egoísmos. Entenderá la existencia del poder superior y adorará nuevamente los dioses. Entenderá que todas las materias tienen vida y que la vida humana sobre la Tierra tiene un significado y una meta mucho más importantes que el gozo superficial que buscamos ahora.
Lo dicho sobre 2012 es esperanzador para la humanidad. Lo que le resta a uno preguntarse es, ¿lo pasaré yo?