(Ciudad de Guatemala, Guatemala). Cuando las adopciones estaban en pleno auge, las familias estadounidenses llegaban aquí por millares. Venían a los más de diez hogares de menores privados o a los bufetes de abogados para adoptar bebés guatemaltecos. Pagaban más de 30.000 dólares estadounidenses (20.827 euros) y con ello financiaban una industria que, según algunos cálculos conservadores, movía más de 100 millones de dólares (69.425 millones de euros) anuales.
Los futuros padres se hospedaban en los hoteles más emblemáticos de la ciudad, donde disfrutaban de plantas completas reservadas para ellos y alquilaban habitaciones provistas de pañales y cremas de bebé. Durante el máximo apogeo de las adopciones, se calcula que salieron del país 4.728 niños, uno de cada 100 bebés nacidos vivos en Guatemala. El país era la principal fuente de adopciones per cápita y la segunda después de China, un país con una población inmensamente superior.
Pero todo se frenó en seco en los últimos días de 2007 cuando el gobierno decidió asumir el control del sistema de adopciones. El país impuso una moratoria de dos años sobre los casos internacionales y prometió investigar los supuestos robos de bebés y coacción hacia las madres biológicas. Dos años después, Guatemala se prepara para reabrir las puertas a las adopciones internacionales.
El gobierno asegura que será completamente diferente a lo que se daba antes. En lugar de los casi 5.000 bebés anuales que acababan con familias extranjeras, ahora sólo habrá 150 menores. No serán los niños sanos del pasado. Habrá niños mayores y algunos con discapacidades. Y no costará 30.000 dólares ni nada por el estilo. Aunque aún no existe una decisión oficial, las autoridades señalan que el trámite podría ser gratuito.
Guatemala, que una vez fue la vergüenza de las adopciones, es ahora considerada como un modelo en potencia para el resto de países latinoamericanos. Pero a los futuros padres no siempre les gusta que se reduzcan sus opciones de adopción. Existen unas 900 familias a las que se les prometió un niño durante el antiguo sistema guatemalteco. Llevan dos años esperando el visto bueno de las autoridades.
“Éramos una fábrica de bebés”, indica Marilys Barrientos de Estrada, directora de la agencia gubernamental que supervisará las adopciones. “Así es como nos veía la comunidad internacional y eso es lo que éramos. Por un precio, se podía tener un bebé, prácticamente recién nacido, más pequeño que en cualquier lugar del mundo, y llevárselo a casa en cuestión de meses, más rápido que en la mayoría de otros lugares”.
Los grupos de derechos humanos fustigaron el proceso de adopciones en Guatemala y lo tildaron de uno de los peores ejemplos del mundo. Algunas madres biológicas declararon que les habían robado a sus bebés o que las habían hecho firmar documentos en los que regalaban a los recién nacidos. En julio de 2008, Ana Escobar, residente de un barrio pobre de la capital, se reunió con su hija un año después de haber supuestamente sustraída. Los exámenes de ADN confirmaron que su hija Esther vivía con una familia en Estados Unidos. Después de años de rumores, finalmente había un caso probado y las autoridades lo usaron para justificar las reformas.
Ahora los mismos observadores internacionales que criticaban el sistema anterior, han decidido apoyar al país. “Lo que ha hecho Guatemala es de un éxito enorme. Acabó con el ciclo de corrupción, detuvo la violación de los derechos humanos”, afirma Justo Solorzano, funcionario de UNICEF, responsable de protección infantil en Guatemala.
El organismo internacional también ha exhortado al gobierno guatemalteco a aprobar nuevas normas para ajustarse a los estándares de la Convención de La Haya sobre Adopciones Internacionales. Esto obligaría a Guatemala a intentar dar a los niños en adopción dentro del país, preferiblemente con otros familiares, antes de proceder a una adopción internacional. Eso es exactamente lo que está sucediendo en Guatemala.
Una de las claves del éxito ha sido la disposición de las familias guatemaltecas a adoptar niños que de otra forma habrían acabado con familias extranjeras. Más de 500 familias ya se han apuntado para adoptar un niño. Los jueces sólo han considerado “aptos para adopción” a unos 400 niños, lo que significa que la demanda supera a la oferta. El gobierno lanzó recientemente una iniciativa para atraer a más familias guatemaltecas. La campaña gira en torno a la familia Mendoza, que el año pasado adoptó a una niña abandonada, Carmen, y se espera que atraiga a unas 2.000 familias al año. “La gente dice que los guatemaltecos no quieren adoptar, que no desean adoptar a otros guatemaltecos. Esto claramente rompe ese mito”, afirma Solorzano. “Los guatemaltecos sí quieren adoptar. Pero sencillamente no podían competir económicamente con los norteamericanos”.
En medio del reinicio de las adopciones internacionales, el país ha sido el blanco de críticas por parte de padres adoptivos, directores de hogares de menores y observadores internacionales que sostienen que las reformas también han arrasado con las cosas positivas. “Me quedé consternada por la moratoria, impuesta bajo la presión de UNICEF y Estados Unidos, y estoy consternada por la nueva normativa”, declara Elizabeth Bartholet, directora del Programa de Protección del Infante de la Escuela de Derecho de Harvard y defensora de las adopciones internacionales. “Estamos hablando de 5.000 niños a los que se les daba una oportunidad. ¿Y ahora sólo tenemos un centenar? Me pregunto si UNICEF se da cuenta de lo que está haciendo”, declara.
La mayoría reconoce que las adopciones internacionales ofrecen enormes oportunidades a niños de países pobres como Guatemala, que tiene una de las peores tasas de desnutrición crónica en niños menores de 5 años. Pero son muchos los que creen que esos niños deberían quedarse en su país, con su cultura.
Los cambios en Guatemala reflejan la caída mundial de las adopciones internacionales. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento había sido constante en EE UU y llegaron a su máximo nivel en el 2004, con 22.884 niños. Según el Departamento de Estadísticas de EE UU, en el año fiscal 2009, las familias norteamericanas adoptaron 12.753 niños, lo que supone una caída del 45 por ciento en comparación con los niveles de 2004 y la cifra más baja desde 1996.
“La posición de UNICEF contra las adopciones internacionales se ha intensificado debido a su aumento en los últimos años. [UNICEF] se ha concentrado en los países con mayor número de adopciones y ha dado a entender que las cifras indican que algo no está bien”, explica Bartholet.
En Guatemala, los directores de hogares de acogida sostienen que los cambios también les han perjudicado. Los hogares han pasado de ser lugares donde los niños esperaban ser adoptados a ser instituciones donde viven y crecen. El coste de ese cuidado corre a cargo de los hogares, que antes usaban el dinero de las adopciones para poder financiarse.
“Gestionar este lugar cuesta 40.000 dólares al año y las adopciones cubrían los gastos de personal, la comida para los niños, los especialistas y prácticamente todo”, afirma Nancy Bailey, propietaria de Semillas de Amor. Su hogar de acogida ha realizado unas 500 adopciones, la mayoría a familias estadounidenses, con un valor de 18.000 dólares (12.496 euros) cada una. “Ahora tenemos que apoyarnos en las donaciones. No nos queda dinero”. De los 35 niños de Semillas de Amor, casi la mitad espera a que concluya el proceso de adopción con familias estadounidenses.
Estos pequeños son parte de las 3.033 adopciones que quedaron pendientes cuando entró en vigor la nueva ley. Si bien las autoridades declararon que esos casos podrían seguir bajo el sistema antiguo, aún hay 900 familias que esperan a sus hijos. Olga Pana Sagui es uno de esos casos. Fue retirada del hogar Semillas de Amor tras una redada en 2008. El gobierno realizó varias de estas operaciones cuando entró en vigor la nueva normativa. A pesar de las acusaciones, no hay pruebas de que los hogares hayan participado en el tráfico de menores.
Carmen, la niña de la actual campaña de adopción en Guatemala, fue la que desató la redada en Semillas de Amor después que se dijera que estaba allí sin el consentimiento de su madre biológica. La mujer, que vive en la calle y que supuestamente sufre problemas mentales, sabía que Carmen estaba en Semillas de Amor, explica Bailey, pero no estaba en condiciones psíquicas apropiadas para firmar la autorización. El gobierno señala que ha tenido que aplazar los casos porque hay irregularidades y es necesario investigarlas. Las pesquisas acabarían el próximo año.
Y mientras las autoridades investigan, cientos de niños como Olga quedaron esperando. La madre de Olga, una mujer maya que vive en un poblado en el este del país, ha declarado 16 veces en favor de una adopción, pero las autoridades siguen tratando que la menor sea adoptada por familiares. Olga, de 2 años, ha pasado la mitad de su corta vida en un orfanato católico en un derruido edificio del centro de la capital. Y una familia en California sigue esperándola.
“No es una situación agradable. Ella ya no sabe quiénes somos. La última vez que la vimos, lloró todo el rato”, explica Bridget Harrington, su futura madre adoptiva y propietaria de un restaurante. Harrington adoptó a su hijo Mark, de 4 años, a través de Semillas de Amor. “Mi hijo siempre me pregunta ‘cuándo viene Vivian’. Está totalmente entusiasmado y nosotros también. Pero todo se ha visto trastocado sin motivo alguno”.
Los futuros padres se hospedaban en los hoteles más emblemáticos de la ciudad, donde disfrutaban de plantas completas reservadas para ellos y alquilaban habitaciones provistas de pañales y cremas de bebé. Durante el máximo apogeo de las adopciones, se calcula que salieron del país 4.728 niños, uno de cada 100 bebés nacidos vivos en Guatemala. El país era la principal fuente de adopciones per cápita y la segunda después de China, un país con una población inmensamente superior.
Pero todo se frenó en seco en los últimos días de 2007 cuando el gobierno decidió asumir el control del sistema de adopciones. El país impuso una moratoria de dos años sobre los casos internacionales y prometió investigar los supuestos robos de bebés y coacción hacia las madres biológicas. Dos años después, Guatemala se prepara para reabrir las puertas a las adopciones internacionales.
El gobierno asegura que será completamente diferente a lo que se daba antes. En lugar de los casi 5.000 bebés anuales que acababan con familias extranjeras, ahora sólo habrá 150 menores. No serán los niños sanos del pasado. Habrá niños mayores y algunos con discapacidades. Y no costará 30.000 dólares ni nada por el estilo. Aunque aún no existe una decisión oficial, las autoridades señalan que el trámite podría ser gratuito.
Guatemala, que una vez fue la vergüenza de las adopciones, es ahora considerada como un modelo en potencia para el resto de países latinoamericanos. Pero a los futuros padres no siempre les gusta que se reduzcan sus opciones de adopción. Existen unas 900 familias a las que se les prometió un niño durante el antiguo sistema guatemalteco. Llevan dos años esperando el visto bueno de las autoridades.
“Éramos una fábrica de bebés”, indica Marilys Barrientos de Estrada, directora de la agencia gubernamental que supervisará las adopciones. “Así es como nos veía la comunidad internacional y eso es lo que éramos. Por un precio, se podía tener un bebé, prácticamente recién nacido, más pequeño que en cualquier lugar del mundo, y llevárselo a casa en cuestión de meses, más rápido que en la mayoría de otros lugares”.
Los grupos de derechos humanos fustigaron el proceso de adopciones en Guatemala y lo tildaron de uno de los peores ejemplos del mundo. Algunas madres biológicas declararon que les habían robado a sus bebés o que las habían hecho firmar documentos en los que regalaban a los recién nacidos. En julio de 2008, Ana Escobar, residente de un barrio pobre de la capital, se reunió con su hija un año después de haber supuestamente sustraída. Los exámenes de ADN confirmaron que su hija Esther vivía con una familia en Estados Unidos. Después de años de rumores, finalmente había un caso probado y las autoridades lo usaron para justificar las reformas.
Ahora los mismos observadores internacionales que criticaban el sistema anterior, han decidido apoyar al país. “Lo que ha hecho Guatemala es de un éxito enorme. Acabó con el ciclo de corrupción, detuvo la violación de los derechos humanos”, afirma Justo Solorzano, funcionario de UNICEF, responsable de protección infantil en Guatemala.
El organismo internacional también ha exhortado al gobierno guatemalteco a aprobar nuevas normas para ajustarse a los estándares de la Convención de La Haya sobre Adopciones Internacionales. Esto obligaría a Guatemala a intentar dar a los niños en adopción dentro del país, preferiblemente con otros familiares, antes de proceder a una adopción internacional. Eso es exactamente lo que está sucediendo en Guatemala.
Una de las claves del éxito ha sido la disposición de las familias guatemaltecas a adoptar niños que de otra forma habrían acabado con familias extranjeras. Más de 500 familias ya se han apuntado para adoptar un niño. Los jueces sólo han considerado “aptos para adopción” a unos 400 niños, lo que significa que la demanda supera a la oferta. El gobierno lanzó recientemente una iniciativa para atraer a más familias guatemaltecas. La campaña gira en torno a la familia Mendoza, que el año pasado adoptó a una niña abandonada, Carmen, y se espera que atraiga a unas 2.000 familias al año. “La gente dice que los guatemaltecos no quieren adoptar, que no desean adoptar a otros guatemaltecos. Esto claramente rompe ese mito”, afirma Solorzano. “Los guatemaltecos sí quieren adoptar. Pero sencillamente no podían competir económicamente con los norteamericanos”.
En medio del reinicio de las adopciones internacionales, el país ha sido el blanco de críticas por parte de padres adoptivos, directores de hogares de menores y observadores internacionales que sostienen que las reformas también han arrasado con las cosas positivas. “Me quedé consternada por la moratoria, impuesta bajo la presión de UNICEF y Estados Unidos, y estoy consternada por la nueva normativa”, declara Elizabeth Bartholet, directora del Programa de Protección del Infante de la Escuela de Derecho de Harvard y defensora de las adopciones internacionales. “Estamos hablando de 5.000 niños a los que se les daba una oportunidad. ¿Y ahora sólo tenemos un centenar? Me pregunto si UNICEF se da cuenta de lo que está haciendo”, declara.
La mayoría reconoce que las adopciones internacionales ofrecen enormes oportunidades a niños de países pobres como Guatemala, que tiene una de las peores tasas de desnutrición crónica en niños menores de 5 años. Pero son muchos los que creen que esos niños deberían quedarse en su país, con su cultura.
Los cambios en Guatemala reflejan la caída mundial de las adopciones internacionales. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento había sido constante en EE UU y llegaron a su máximo nivel en el 2004, con 22.884 niños. Según el Departamento de Estadísticas de EE UU, en el año fiscal 2009, las familias norteamericanas adoptaron 12.753 niños, lo que supone una caída del 45 por ciento en comparación con los niveles de 2004 y la cifra más baja desde 1996.
“La posición de UNICEF contra las adopciones internacionales se ha intensificado debido a su aumento en los últimos años. [UNICEF] se ha concentrado en los países con mayor número de adopciones y ha dado a entender que las cifras indican que algo no está bien”, explica Bartholet.
En Guatemala, los directores de hogares de acogida sostienen que los cambios también les han perjudicado. Los hogares han pasado de ser lugares donde los niños esperaban ser adoptados a ser instituciones donde viven y crecen. El coste de ese cuidado corre a cargo de los hogares, que antes usaban el dinero de las adopciones para poder financiarse.
“Gestionar este lugar cuesta 40.000 dólares al año y las adopciones cubrían los gastos de personal, la comida para los niños, los especialistas y prácticamente todo”, afirma Nancy Bailey, propietaria de Semillas de Amor. Su hogar de acogida ha realizado unas 500 adopciones, la mayoría a familias estadounidenses, con un valor de 18.000 dólares (12.496 euros) cada una. “Ahora tenemos que apoyarnos en las donaciones. No nos queda dinero”. De los 35 niños de Semillas de Amor, casi la mitad espera a que concluya el proceso de adopción con familias estadounidenses.
Estos pequeños son parte de las 3.033 adopciones que quedaron pendientes cuando entró en vigor la nueva ley. Si bien las autoridades declararon que esos casos podrían seguir bajo el sistema antiguo, aún hay 900 familias que esperan a sus hijos. Olga Pana Sagui es uno de esos casos. Fue retirada del hogar Semillas de Amor tras una redada en 2008. El gobierno realizó varias de estas operaciones cuando entró en vigor la nueva normativa. A pesar de las acusaciones, no hay pruebas de que los hogares hayan participado en el tráfico de menores.
Carmen, la niña de la actual campaña de adopción en Guatemala, fue la que desató la redada en Semillas de Amor después que se dijera que estaba allí sin el consentimiento de su madre biológica. La mujer, que vive en la calle y que supuestamente sufre problemas mentales, sabía que Carmen estaba en Semillas de Amor, explica Bailey, pero no estaba en condiciones psíquicas apropiadas para firmar la autorización. El gobierno señala que ha tenido que aplazar los casos porque hay irregularidades y es necesario investigarlas. Las pesquisas acabarían el próximo año.
Y mientras las autoridades investigan, cientos de niños como Olga quedaron esperando. La madre de Olga, una mujer maya que vive en un poblado en el este del país, ha declarado 16 veces en favor de una adopción, pero las autoridades siguen tratando que la menor sea adoptada por familiares. Olga, de 2 años, ha pasado la mitad de su corta vida en un orfanato católico en un derruido edificio del centro de la capital. Y una familia en California sigue esperándola.
“No es una situación agradable. Ella ya no sabe quiénes somos. La última vez que la vimos, lloró todo el rato”, explica Bridget Harrington, su futura madre adoptiva y propietaria de un restaurante. Harrington adoptó a su hijo Mark, de 4 años, a través de Semillas de Amor. “Mi hijo siempre me pregunta ‘cuándo viene Vivian’. Está totalmente entusiasmado y nosotros también. Pero todo se ha visto trastocado sin motivo alguno”.