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El matrimonio acusado de provocar graves lesiones a su hijo adoptivo, ayer en el banquillo de la Audiencia de de Palma
La Audiencia de Palma juzgará desde el próximo martes a una mujer por maltratar habitualmente a su hijo adoptado y producirle una grave lesión que lo dejó en coma, así como a su marido por no tratar de evitar esta situación, unos hechos por los que el fiscal pide 45 años de cárcel para cada uno de ellos.La Fiscalía también reclama que los padres paguen 1,5 millones de euros al Consell de Mallorca, institución tutora del menor, en concepto de responsabilidad civil por las lesiones y secuelas causadas en el año 2006 al chico, que actualmente se encuentra en estado vegetativo.Está previsto que la vista se celebre los próximos días 22 y 23 en la sección segunda de la Audiencia provincial de Palma.Según el escrito del fiscal, los acusados, María de las Nieves R.L. y José R.M., adoptaron en 2001 al niño en Rumanía cuando tenía 2 años de edad y lo trasladaron a vivir con ellos a Llucmajor (Mallorca).Aproximadamente al año de vivir juntos, el menor comenzó a ser tratado de heridas que, según el fiscal, son resultado de los malos tratos a los que habitualmente le sometía su madre adoptiva.Estos maltratos consistían, según el fiscal, en que "gritaba a su hijo, le zarandeaba por los brazos, le pegaba en los glúteos y le empujaba haciendo que se golpeara y cayera, causándole chichones, moratones y arañazos", y además eran cada vez más frecuentes e intensos.Las heridas se presentaban, apunta, "en lugares donde era normal que chocara contra marcos, puertas, paredes, suelo u objetos".Así, en 2002 fue atendido por daños en un diente; en 2003 le tuvieron que dar dos puntos de sutura en la boca; en 2004 le aplicaron cinco puntos en la frente en una ocasión, fue atendido de un brazo roto en otra y de una mejilla rota en una tercera, y en 2005 sufrió la dislocación de pulgar y una contusión en la mano.En 2006, antes de quedar en coma profundo con 7 años de edad, el niño fue atendido en cuatro ocasiones de varias lesiones, concretamente de un morado en la cabeza, la rotura de un colmillo, un golpe en la nariz y otro en la frente.En junio de ese año se produjeron los hechos que llevaron al arresto de los padres, cuando, según relata el fiscal, la madre comenzó a empujar a su hijo porque no había hecho los deberes.Como consecuencia de estos empujones, el niño caía al suelo, se rozaba y golpeaba en diferentes partes del cuerpo contra paredes, suelo y marco de la puerta, y la madre no cesó hasta que el menor quedó inconsciente en el suelo.La mujer avisó entonces a su marido de que el niño estaba mal y el hombre acudió a la casa y encontró a su hijo tumbado en la cama inconsciente.Tras la paliza, el niño quedó en coma profundo con un politraumatismo y un traumatismo craencefálico grave, a raíz del cual tuvo que ser trasladado a la Fundación Guttmann de Badalona, especializada en rehabilitación neurológica, y luego al centro Juan XXIII de Inca.Actualmente, el menor, que cuenta con 11 años, tiene como secuelas una incapacidad del 98 % y está en un estado vegetativo, en el que solo responde a preguntas sencillas con gestos de "sí" y "no".El fiscal pide por estos hechos un total de 45 años de cárcel para la madre por varios delitos de lesiones y maltrato, la misma pena que reclama para el padre al considerar que cometió estos delitos por omisión.Según el fiscal, el padre era "perfectamente conocedor" de los malos tratos y, a pesar de ver las heridas de su hijo, no adoptó ninguna decisión para evitarlo, por lo que puso con ello en grave peligro la integridad del menor.La defensa de la madre, ejercida por José Ignacio Herrero, pide sin embargo su libre absolución al alegar que las lesiones fueron involuntarias...............................................................................El calvario de un niño de 11 años
La madre de Miguel Ángel se agita nerviosa. La mirada fija de la profesora la incomoda y la pone a la defensiva. Horas antes, el niño ha confesado en clase que el moratón de sumejilla es el castigo recibido por mearse encima.Ella niega ofendida que su hijo tenga siquiera problemas de incontinencia y responde a las acusaciones con caricias y palabras cariñosas hacia él. «Mamá nunca te haría daño ¿verdad? ¿A que sabes que mamá te quiere mucho?». Nada más oír eso, se despejaron todas las dudas de la maestra. Según relató a la Policía, fue en ese momento en el que supo con toda certeza que no había existido ninguna caída contra una puerta.Quienes conocieron a Miguel Ángel en esa época le recuerdan como un niño tranquilo, educado, tal vez un poco miedoso y reticente al contacto físico en un primer momento, pero muy conversador, pese las dificultades de aprendizaje que tuvo al integrarse en una realidad idiomática nueva —catalán y castellano— con dos años de edad, cuando fue adoptado por una familia mallorquina desde su Rumanía natal.Hoy el chico apenas puede responder sí o no a preguntas sencillas gesticulando con la cabeza. La imposibilidad de articular palabra es sólo una más de las secuelas que arrastra desde que salió del coma, parte del precio que paga su cuerpo por la brutal paliza sufrida a manos de su madre adoptiva hace ya más de cuatro años.Miguel Ángel Roig, nacido Ion State en Rumanía hace 11 años, pasa sus días en un centro de atención especial para discapacitados en Inca (Mallorca). Precisa de atenciones permanentes y altas dosis de medicación; padece ceguera, parálisis cerebral e hipertensión arterial, y debe ser alimentado por vía nasal debido a una falta de coordinación que le impide deglutir correctamente.Los diagnósticos le han otorgado un grado de minusvalía del 98%, equiparable a un «estado vegetativo persistente».El juicio contra sus padres adoptivos comienza esta misma semana en la Audiencia Provincial de Palma. El fiscal pide 45 años para la autora material de los hechos,María R.L., y otros tantos para el padre, Josep R.M., a quien considera cómplice necesario de los múltiples episodios de malos tratos que el menor sufrió entre 2002 y 2006. Agresiones, concluye, que precisaron de su connivencia y su silencio para permanecer impunes. De igual manera, se solicita para ambos una orden de alejamiento del niño durante el tiempo que dure la condena.Separado el matrimonio a raíz de los hechos, la prohibición de ver al menor sólo se mantiene para ella. Aunque el tutor legal de Miguel Ángel es el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales del Consell, el niño queda a cargo del padre cuando abandona el centro especial los fines de semana. Es entonces cuando regresa al chalé de Tolleric (Llucmajor), donde con 7 años fue víctima de la agresión que le ha dejado en su actual estado. Entonces ya apenas recordaba nada de su ciudad natal, la que pudo abandonar junto a otros pocos a los que también en ese momento tildaron de afortunados, en busca sin saberlo de un futuro que su país parecía incapaz de ofrecerles.
La madre de Miguel Ángel se agita nerviosa. La mirada fija de la profesora la incomoda y la pone a la defensiva. Horas antes, el niño ha confesado en clase que el moratón de sumejilla es el castigo recibido por mearse encima.
Ella niega ofendida que su hijo tenga siquiera problemas de incontinencia y responde a las acusaciones con caricias y palabras cariñosas hacia él. «Mamá nunca te haría daño ¿verdad? ¿A que sabes que mamá te quiere mucho?». Nada más oír eso, se despejaron todas las dudas de la maestra. Según relató a la Policía, fue en ese momento en el que supo con toda certeza que no había existido ninguna caída contra una puerta.
Quienes conocieron a Miguel Ángel en esa época le recuerdan como un niño tranquilo, educado, tal vez un poco miedoso y reticente al contacto físico en un primer momento, pero muy conversador, pese las dificultades de aprendizaje que tuvo al integrarse en una realidad idiomática nueva —catalán y castellano— con dos años de edad, cuando fue adoptado por una familia mallorquina desde su Rumanía natal.
Hoy el chico apenas puede responder sí o no a preguntas sencillas gesticulando con la cabeza. La imposibilidad de articular palabra es sólo una más de las secuelas que arrastra desde que salió del coma, parte del precio que paga su cuerpo por la brutal paliza sufrida a manos de su madre adoptiva hace ya más de cuatro años.
Miguel Ángel Roig, nacido Ion State en Rumanía hace 11 años, pasa sus días en un centro de atención especial para discapacitados en Inca (Mallorca). Precisa de atenciones permanentes y altas dosis de medicación; padece ceguera, parálisis cerebral e hipertensión arterial, y debe ser alimentado por vía nasal debido a una falta de coordinación que le impide deglutir correctamente.
Los diagnósticos le han otorgado un grado de minusvalía del 98%, equiparable a un «estado vegetativo persistente».
El juicio contra sus padres adoptivos comienza esta misma semana en la Audiencia Provincial de Palma. El fiscal pide 45 años para la autora material de los hechos,María R.L., y otros tantos para el padre, Josep R.M., a quien considera cómplice necesario de los múltiples episodios de malos tratos que el menor sufrió entre 2002 y 2006. Agresiones, concluye, que precisaron de su connivencia y su silencio para permanecer impunes. De igual manera, se solicita para ambos una orden de alejamiento del niño durante el tiempo que dure la condena.
Separado el matrimonio a raíz de los hechos, la prohibición de ver al menor sólo se mantiene para ella. Aunque el tutor legal de Miguel Ángel es el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales del Consell, el niño queda a cargo del padre cuando abandona el centro especial los fines de semana. Es entonces cuando regresa al chalé de Tolleric (Llucmajor), donde con 7 años fue víctima de la agresión que le ha dejado en su actual estado. Entonces ya apenas recordaba nada de su ciudad natal, la que pudo abandonar junto a otros pocos a los que también en ese momento tildaron de afortunados, en busca sin saberlo de un futuro que su país parecía incapaz de ofrecerles.