Una vecina encontró a su padre a través de Facebook y a la semana
se reencontró con su madre biológica tras 36 años de estar separados.
En Chile, esta historia ya concita la atención de los medios de prensa.
El próximo 3 de julio se producirá en Open Door el reencuentro de su
padre con su hija que creía “perdida” en Argentina desde 1975.
La historia de Alicia Angerami o Alicia del Carmen Bernales Villa
resulta conmovedora y atrapante.
Es una historia de abandono, de encuentro y de reencuentro.
Una historia entre dos países y dos familias. Con un pasado triste pero
con una infancia alegre y un presente tan feliz que ni siquiera el mejor
de los guionistas podría llegar a escribir.
Alicia tiene varios apellidos pero por suerte un nombre que nunca nadie
le cambió. Y esa tal vez haya sido la clave para rastrear su origen y
encontrar a su familia biológica, cordillera de por medio, tras 36 años
de suspenso.
Nacida el 6 de noviembre 1973 en Providencia, Santiago de Chile, no
había llegado a cumplir dos años cuando su padre autorizó por escrito
que la pequeña Alicia viajara con su madre a Buenos Aires. La separación
iba a ser por tres meses pero se prolongó más de lo pensado.
Se cerraba un intenso amor entre un pescador chileno de sólo 20 años y
una joven argentina que acababa de cumplir 17 pero que ya conocía el
dolor por haber quedado huérfana apenas nació. Su madre –la abuela de
Alicia- falleció durante el parto y su padre se suicidó al no soportar la muerte
de su esposa.
Criada entonces por una tía poco cariñosa que la llevó a Chile, años más
tarde la obligó a regresar al país con una guagua bajo el brazo. En 1975
la madre de Alicia pronto se encontró sola y con una hija que apenas
daba sus primeros pasos, instalada en el segundo cordón del Conurbano
y con la necesidad imperiosa de tener que salir a trabajar de lo que sea para
poder criar a la niña.
Un año después, y cuando la dictadura estaba en su apogeo, la madre de
Alicia se ganaba la vida como podía mientras la beba pasaba los días en
una guardería en Tapiales. Pero un día la Policía Bonaerense detuvo a la
madre de Alicia y se la llevó a una Comisaría para averiguar si tenía
antecedentes penales. La joven, sin documentos, pasó tres meses
en un calabozo.
En la guardería estimaron que ya no volvería por su pequeña y dieron
aviso a un Juzgado de
Menores notificando el abandono de una criatura indocumentada y a la
que no se le conocía ni la partida de nacimiento. Alicia, entonces, fue
a parar a la Casa Cuna de la ciudad de La Plata durante un año y algunos
meses hasta que un matrimonio la adoptó y le dio una nueva vida en pleno
centro de Bella Vista.
Francisca y José Luis, los padres adoptivos, consiguieron una partida de
nacimiento donde constaba la fecha auténtica del nacimiento de Alicia,
pero en lugar de Chile ahora figuraba que la niña había nacido en Morón.
Los trámites de adopción incluyeron un documento donde aparece una
cifra de siete dígitos, como si fuera el precio que la pareja había tenido
que pagar para tener en su cómodo hogar una nena a cambio de
1.300.000 pesos de la época.
SORPRESA POR FACEBOOK
Los años pasaron rápido. Alicia conoció a un hermano también adoptado,
estudiaron en
colegios religiosos, tuvieron mucama y unos padres del corazón divinos.
A ninguno les faltó nada. A los 6 años, su mamá postiza le contó la verdad
o buena parte de ella. Le dijo que era adoptada, que había nacido en
Chile y en lugar de Angerami su apellido era Bernales Villa. Alicia no se
hizo drama. Esa revelación no la afectó en lo más mínimo. Para ella, los
padres del corazón eran su única familia y conocer en detalle su pasado
no estaba en sus planes.
A los 13, Alicia conoció a Marcelo y un año después fue mamá por
primera vez. Pronto llegarían más hijos (tiene siete hijos y cuatro nietos),
la familia se trasladó a los Esteros del Iberá y hace unos seis años se
instalaron en Open Door donde lleva una vida plena y sin mayores sobresaltos.
Pero el 14 de mayo, a través de Facebook, recibió una sorpresa.
Tras la muerte de sus padres adoptivos, el marido de Alicia y la mayor
de sus hijas se propusieron dar con la familia biológica, pero Alicia le
restaba importancia. “Si me dejaron por algo será. No me hacía mucho
problema”, recordó ante EL CIVISMO.
Para su marido, Alicia podía ser hija de desaparecidos. Cotejó fechas,
buscó ayuda en organismo de Derechos Humanos para confirmar si su mujer
había sufrido un cambio de identidad pero no surgió ni una sola evidencia
que afirmara esta hipótesis. Agotada esta instancia, subieron los datos a
internet hasta que una insistente solicitud de admisión a la cuenta de
Facebook, abrió una esperanza. “El 14 de mayo a las 12 de la noche mi hija
mayor me llama por teléfono para decirme lo que pasó”, contó la principal
protagonista de esta historia.
La solicitud fue aceptada. Una nena de 13 años llamada Bárbara Bernales
escribe desde
Chile que su padre, llamado José Manuel Bernales Guajardo, está buscando
a su hija perdida en Argentina desde hace 36 años. Las coincidencias
empezaban a ser cada vez mayores.
“Empezamos a chatear, me empezaron a hacer preguntas y en Chile
estaban todos nerviosos. Me preguntaron si tenía en mi cuerpo una
mancha importante de nacimiento y es cierto: tengo una mancha gigante
en un tobillo como si fuera una quemadura y dicen que todos los Bernales
en Chile tienen esa mancha. Las piernas se me empezaron a aflojar”,
contó Alicia. Era el principio.
CONTACTO Y REENCUENTRO
Al día siguiente, el contacto fue vía webcam. Se mostraron fotos en blanco
y negro de un lado y unas a color del otro donde se ve a una beba con rasgos
idénticos. “Era la misma nena y ahí salió que era mi papá. Me contó toda
la historia, me mostró la partida de nacimiento de Chile y a la semana me
leyó una carta que escribió mi madre cuando yo tenía 8 años diciendo lo que
había pasado conmigo”, agregó.
La carta escrita por Herminia del Carmen Bernales Villa que guardaba aún
su padre biológico sirvió para seguir armando el rompecabezas de una historia
que el tiempo y la distancia se habían encargado de separar. “A través de la
carta que leyó mi papá pude encontrar a mi mamá”, dice Alicia.
En la carta había una dirección en Lomas de Zamora donde podía estar viviendo
Herminia y hasta allí se dirigió días después. En el trayecto imaginó múltiples
escenas posibles del momento del reencuentro, también pensó que podía
ser rechazada.
Aunque desde hacía cinco años, la mamá de Alicia ya no vivía allí.
Una vecina la reconoció como “la hija perdida de Herminia Carmen”
y le indicó donde se encontraba su madre.
Una vecina la reconoció como “la hija perdida de Herminia Carmen”
y le indicó donde se encontraba su madre.
Herminia estaba internada en el Hospital Moyano con una profunda depresión
debido, entre muchas cosas, a la ausencia que sentía por esa hija que no
había vuelto a ver desde que llegó a la guardería de Tapiales tras salir de la
Comisaría en 1976. Se fundieron en un abrazo, se reconocieron, lloraron,
se sacaron fotos, Herminia le dijo que siempre la había buscado,
se acordó hasta cuánto había pesado al nacer. No hubo reproches. Alicia, por
su parte, volvía a ver a su madre, sus hijos conocían a su abuela. Médicos
y enfermeras lloraban como niños.
Otro capítulo empezaba a cerrarse. Al fin de cuentas, el 21 de mayo, tan solo
a una semana de la sorpresa que deparó Facebook, Alicia había encontrado
a su padre en Chile y a su madre en Argentina.
36 años habían pasado. Herminia tuvo hijas y una pareja que no funcionó.
Su vida siguió siendo tan o más dura que cuando tenía 17 años. Su padre
hoy tiene 56 años, volvió a casarse y tiene otros cuatro hijos chilenos.
Le fue mejor: tiene un comercio, casa de dos plantas y un par de vehículos.
Alicia, ahora tiene a sus papás y seis medio hermanos.
El 1º de julio José Manuel Bernales tiene previsto salir de Chile y dos días
después espera reencontrarse con su hija en Open Door, recorrer los lugares
por donde transcurrió la infancia su hija perdida, conocer las escuelas donde
estudio, colocar una flor al pie del pino en un boulevard de Bella Vista donde
fueron arrojadas las cenizas de Francisca -la mamá del corazón que tuvo Alicia-,
regresar juntos a Chile, entregarle el documento chileno a su hija, mostrarle
donde nació, pasear por el zoológico de Santiago, visitar el sitio donde fue
bautizada y quizás también donde la vida los separó.
Desde hace cuatro semanas padre e hija no dejan de hablarse un solo día
ni de emocionarse.
La historia del reencuentro ya concitó la atención de la prensa chilena.
En Cerrillos esperan ansiosos la llegada de Alicia y en Open Door aguarda
ahora a José Manuel. Muchos sentimientos se entrecruzan. No es para menos.
,No siempre sucede algo así.