Numerosas empresas industriales que deslocalizaron parte de su producción hacia China han optado por deshacer posiciones y regresar a casa.
Corría el año 2004 cuando la conocida empresa valenciana de iluminación Mariner decidió dar un paso adelante en su batalla contra las copias ilegales de sus productos. Si no puedes con tu enemigo, únete a él, fue el principio adoptado. A través de su distribuidor en Taiwan contactaron con el empresario chino que les copiaba y le plantearon la posibilidad de crear una sociedad a tres bandas para fabricar en el país asiático. La cosa comenzó a funcionar. Se realizaron las inversiones correspondientes y se puso en marcha la maquinaria fabril y comercial. Con el paso del tiempo, los responsables de Mariner descubrieron que su socio había creado otra planta paralela donde seguía fabricando copias y vendiéndolas. El distribuidor taiwanés no solo estaba al corriente sino que actuaba con complicidad. Productos que Mariner vendía en mercados alejados como Estados Unidos o Europa se replicaban sin pudor. Mariner optó por vender su participación en el proyecto a sus socios y abandonar China. «Es un mercado muy complicado, hay un problema de valores y no conozco a nadie que le haya ido realmente bien», explica a El Mercantil Valenciano Jorge Mariner, responsable de la gestión de la firma de iluminación valenciana.
No ha sido un caso aislado. El sueño de sobrevivir a la competencia asiática a través de la deslocalización se ha convertido para muchos emprendedores valencianos en una pesadilla. En las últimas semanas se han dictado autos de concurso de acreedores o liquidación de empresas valencianas del mueble como, Gamamobel, de Beniparrell, y Calamobel, de Calp. Ambas habían optado por deslocalizar. Gamamobel abrió en 2005 un fábrica en el área de Canton a través de una «joint venture» con socios locales participada al 50 %. La factoría daba empleo a 100 personas y contaba con más 10.000 metros cuadrados. A principio de este mes, pese a su ambicioso plan de expansión y reestructuración productiva, Gamamobel entró en concurso de acreedores. Una circunstancia que se suma a los problemas sufridos en la experiencia china.
«Copiar es mejorar el original»
Del mismo modo, la firma familiar Calamobel ha optado por disolverse y sus socios por iniciar en solitario nuevas aventuras empresariales. La lacra de las copias ilegales en China ha sido determinante para poner fin a la aventura asiática. La firma llegó a planificar toda una red de franquicias en Hong Kong, Shanghai y Guang Zhou. La gerente Celia Ros declaraba recientemente: «No hay ningún tipo de protección del diseño. Dentro de la cultura china se entiende como algo positivo. Copiar es mejorar el original. Esa cultura empresarial choca frontalmente con la occidental, donde siempre hay un código de valores y se cuida y se respeta el diseño industrial».
El abandono de China no ha sido exclusivo de empresas valencianas. El alza de los costes laborales y de producción en las zonas costeras chinas, donde más desarrollo económico ha habido, ha llevado a firmas textiles como Adolfo Domínguez y Purificación García a abandonar el país. En su caso han imitado a Inditex, que ha optado por reducir costes logísticos acercando la producción. Marruecos, Túnez, Turquía, Rumanía y Hungría son los países elegidos. Los diferenciales de costes de China se han acortado desde porcentajes del 40% y el 50 % hasta apenas el 15 %.
Al problema de los costes de producción, las copias ilegales y, aunque no siempre, las diferencias de cultura empresarial de los socios locales, se ha sumado también la detección de algunos fraudes, sobre todo para emprendedores poco iniciados en el mercado chino. El Instituto Valenciano de la Exportación (Ivex) alertaba a finales del año pasado de nuevas formas de fraude y lanzaba consejos a las empresas valencianas para evitarlos. «China es la segunda potencia económica mundial y el primer exportador.
Son cada vez más las empresas que desarrollan negocios en este mercado y existen empresas e individuos que se intentan aprovechar de este tráfico de operaciones comerciales para obtener un beneficio desarrollando prácticas ilegales de estafa y engaño al empresario extranjero», señalaba el director general de Internacionalización de la Conselleria de Economía e Industria, Daniel Marco.
A través de sus oficinas en Guang Zhou, Shanghai, Hong Kong y Pekín, el Ivex ha detectado casos de ofertas ficticias de productos, cambios fraudulentos en los números de cuenta para hacer trasferencias o intentos de obtener cartas de invitación para la entrada de inmigrantes ilegales en la Unión Europea.
Pero no todas las experiencias son negativas. Fermax, fabricante de videoporteros y sistemas de vigilancia de audio y vídeo y alarmas, lleva quince años instalado con cierto éxito en el país asiático. Cuenta con un fábrica en Shanghai de 3.000 metros cuadrados de la que es accionista único (sin socios locales). En su caso, el auge del sector de la construcción en China ha favorecido su expansión y su consolidación como proveedores en el mercado interior.
Las marcas extranjeras llaman a la puerta
Como en otros sectores maduros o tradicionales, el segmento del calzado es uno de los que más se ha visto afectado por China en todas sus vertientes. Las antaño prósperas empresas alicantina repartidas entre Elda, Elx, Petrer y otras localidades del Vinalopó sufrieron en sus carnes la irrupción de la competencia asiática y sus bajos costes de producción. Tras una primera fase de criba a finales del siglo pasado, la primera década siglo XXI ha sido la de la reconversión de marcas que vieron que la única alternativa pasaba por incrementar la calidad de sus productos, mejorar los diseños y tratar de asaltar al mercado de gama media-alta y alta. Algunas firmas como Rebeca Sanver, Mustang, Panama Jack o Pikolinos exploraron y pusieron en práctica la deslocalización para mejorar sus márgenes. Pero hoy muchas de ellas han regresado a España y, en casos como el de Rebeca Sanver, de Elda, han devuelto al país de origen casi la totalidad de su producción.
Marián Cano, secretaria general de la Asociación Valenciana de Empresas del Calzado (Avecal), denomina a este fenómeno «relocalización». «No es algo generalizado porque depende del tipo de productos. Hay varios motivos que lo explican: El coste de producción en China y países asiáticos se está elevando. La mano de obra está comenzando a escasear por el boom de la construcción y por el desplazamiento de los trabajadores a otros sectores». El Gobierno chino está promoviendo el regreso de masas de población a zonas rurales a través de nuevos programas económicos, lo que hace que la mano de obra sea más costosa. Esto, unido al encarecimiento de las materias primas, eleva los costes de producción.
Hay otros factores que explican el regreso, según Cano. Uno de ellos es la necesidad de contar con flexibilidad laboral. Las firmas alicantinas ya no trabajan grandes volúmenes de producción. Optan por fabricar casi en función de los pedidos y las campañas, de forma que muchas empresas trabajan con contratos fijos discontínuos. Contar con plantillas conocedoras del sectores, especializadas y flexibles es clave. Y esto se hace en casa como en ningún sitio. Según Cano, el proceso de relocalización se refuerza además porque firmas extranjeras de Estados Unidos y Europa están comenzado a interesarse de nuevo por las fábricas alicantinas de calzado para encargarles producción. Según la directiva de Avecal esto se debe a la calidad de la producción. Un brote verde en el desierto de noticias negativas que inunda el tejido productivo autonómico y español.
No ha sido un caso aislado. El sueño de sobrevivir a la competencia asiática a través de la deslocalización se ha convertido para muchos emprendedores valencianos en una pesadilla. En las últimas semanas se han dictado autos de concurso de acreedores o liquidación de empresas valencianas del mueble como, Gamamobel, de Beniparrell, y Calamobel, de Calp. Ambas habían optado por deslocalizar. Gamamobel abrió en 2005 un fábrica en el área de Canton a través de una «joint venture» con socios locales participada al 50 %. La factoría daba empleo a 100 personas y contaba con más 10.000 metros cuadrados. A principio de este mes, pese a su ambicioso plan de expansión y reestructuración productiva, Gamamobel entró en concurso de acreedores. Una circunstancia que se suma a los problemas sufridos en la experiencia china.
«Copiar es mejorar el original»
Del mismo modo, la firma familiar Calamobel ha optado por disolverse y sus socios por iniciar en solitario nuevas aventuras empresariales. La lacra de las copias ilegales en China ha sido determinante para poner fin a la aventura asiática. La firma llegó a planificar toda una red de franquicias en Hong Kong, Shanghai y Guang Zhou. La gerente Celia Ros declaraba recientemente: «No hay ningún tipo de protección del diseño. Dentro de la cultura china se entiende como algo positivo. Copiar es mejorar el original. Esa cultura empresarial choca frontalmente con la occidental, donde siempre hay un código de valores y se cuida y se respeta el diseño industrial».
El abandono de China no ha sido exclusivo de empresas valencianas. El alza de los costes laborales y de producción en las zonas costeras chinas, donde más desarrollo económico ha habido, ha llevado a firmas textiles como Adolfo Domínguez y Purificación García a abandonar el país. En su caso han imitado a Inditex, que ha optado por reducir costes logísticos acercando la producción. Marruecos, Túnez, Turquía, Rumanía y Hungría son los países elegidos. Los diferenciales de costes de China se han acortado desde porcentajes del 40% y el 50 % hasta apenas el 15 %.
Al problema de los costes de producción, las copias ilegales y, aunque no siempre, las diferencias de cultura empresarial de los socios locales, se ha sumado también la detección de algunos fraudes, sobre todo para emprendedores poco iniciados en el mercado chino. El Instituto Valenciano de la Exportación (Ivex) alertaba a finales del año pasado de nuevas formas de fraude y lanzaba consejos a las empresas valencianas para evitarlos. «China es la segunda potencia económica mundial y el primer exportador.
Son cada vez más las empresas que desarrollan negocios en este mercado y existen empresas e individuos que se intentan aprovechar de este tráfico de operaciones comerciales para obtener un beneficio desarrollando prácticas ilegales de estafa y engaño al empresario extranjero», señalaba el director general de Internacionalización de la Conselleria de Economía e Industria, Daniel Marco.
A través de sus oficinas en Guang Zhou, Shanghai, Hong Kong y Pekín, el Ivex ha detectado casos de ofertas ficticias de productos, cambios fraudulentos en los números de cuenta para hacer trasferencias o intentos de obtener cartas de invitación para la entrada de inmigrantes ilegales en la Unión Europea.
Pero no todas las experiencias son negativas. Fermax, fabricante de videoporteros y sistemas de vigilancia de audio y vídeo y alarmas, lleva quince años instalado con cierto éxito en el país asiático. Cuenta con un fábrica en Shanghai de 3.000 metros cuadrados de la que es accionista único (sin socios locales). En su caso, el auge del sector de la construcción en China ha favorecido su expansión y su consolidación como proveedores en el mercado interior.
Las marcas extranjeras llaman a la puerta
Como en otros sectores maduros o tradicionales, el segmento del calzado es uno de los que más se ha visto afectado por China en todas sus vertientes. Las antaño prósperas empresas alicantina repartidas entre Elda, Elx, Petrer y otras localidades del Vinalopó sufrieron en sus carnes la irrupción de la competencia asiática y sus bajos costes de producción. Tras una primera fase de criba a finales del siglo pasado, la primera década siglo XXI ha sido la de la reconversión de marcas que vieron que la única alternativa pasaba por incrementar la calidad de sus productos, mejorar los diseños y tratar de asaltar al mercado de gama media-alta y alta. Algunas firmas como Rebeca Sanver, Mustang, Panama Jack o Pikolinos exploraron y pusieron en práctica la deslocalización para mejorar sus márgenes. Pero hoy muchas de ellas han regresado a España y, en casos como el de Rebeca Sanver, de Elda, han devuelto al país de origen casi la totalidad de su producción.
Marián Cano, secretaria general de la Asociación Valenciana de Empresas del Calzado (Avecal), denomina a este fenómeno «relocalización». «No es algo generalizado porque depende del tipo de productos. Hay varios motivos que lo explican: El coste de producción en China y países asiáticos se está elevando. La mano de obra está comenzando a escasear por el boom de la construcción y por el desplazamiento de los trabajadores a otros sectores». El Gobierno chino está promoviendo el regreso de masas de población a zonas rurales a través de nuevos programas económicos, lo que hace que la mano de obra sea más costosa. Esto, unido al encarecimiento de las materias primas, eleva los costes de producción.
Hay otros factores que explican el regreso, según Cano. Uno de ellos es la necesidad de contar con flexibilidad laboral. Las firmas alicantinas ya no trabajan grandes volúmenes de producción. Optan por fabricar casi en función de los pedidos y las campañas, de forma que muchas empresas trabajan con contratos fijos discontínuos. Contar con plantillas conocedoras del sectores, especializadas y flexibles es clave. Y esto se hace en casa como en ningún sitio. Según Cano, el proceso de relocalización se refuerza además porque firmas extranjeras de Estados Unidos y Europa están comenzado a interesarse de nuevo por las fábricas alicantinas de calzado para encargarles producción. Según la directiva de Avecal esto se debe a la calidad de la producción. Un brote verde en el desierto de noticias negativas que inunda el tejido productivo autonómico y español.