Dicen en Adecop que entregar un hijo en adopción para que tenga un futuro mejor es el acto de generosidad mayor que una madre puede realizar. De lo que no cabe duda es de que el tema de las adopciones es, por encima de todo, una cuestión de amor.
Familias que han adoptado niños fuera de España relatan sus experiencias
POR ÁNGELES CÁCERES Trini Castillo es cabeza de familia monoparental. Saliendo de una relación rota de pareja decidió adoptar en solitario y a través de la Ecai (Entidad Colaboradora de Adopción Internacional) PIAO, se decantó por Etiopía, país que ya conocía con anterioridad y le ofrecía la ventaja de adopción plena desde el principio, amén de un menor tiempo de espera. En abril de 2009 fue a buscar a Mihret, una muñequita de ébano que charla sin parar y prácticamente sin acento extranjero aunque sólo hace 9 meses que está aquí. En Etiopía tenían intérprete, madre e hija aprendieron cuatro o cinco palabras en el idioma de la otra y a partir de ese momento ya todo fue rodado, surgiendo entre ellas una verdadera complicidad.
En el colegio Mihret se ha adaptado "desde el primer día". La comida ha costado algo más porque añoraba la "injera" tradicional etíope pero, gracias al comedor escolar, en la última reunión española/etíope de las que celebran las familias rechazó la "injera": quiero pan con all i oli, dijo. Según Trini, "no hay palabras" para describir el cambio positivo que Mihret ha traído a su vida. Ella es enfermera en el Hospital General, ahora tiene un puesto de mañanas fijas y así le quedan las tardes para disfrutar de su hija y jugar juntas, en casa o por la urbanización en la Playa de San Juan.
Mihret nos muestra su muñeca etíope: "yo era así de chiquitina en Addis Abeba". Allí su madre biológica se quedó con el hijo varón, a las niñas ha que darles dote y eso es muy caro. Debe ser desgarrador tomar la decisión, pero la primera madre sabe que con la segunda Mihret tiene asegurada casa, educación, sanidad, ropa, juguetesÉ todo lo que ella jamás podría darle. La guinda de esta historia es que Trini ya tenía solicitada la adopción nacional. Al concederle la etíope "la paré porque es obligatorio esperar un tiempo entre una adopción y otra; pero en cuanto me dejen la volveré a activar, y si hay suerte aumentaremos la familia".
La familia, en casa de los mellizos Alejandro y Gema, incluye hasta a los perros con un aire inconfundible de felicidad. El hogar en el que viven con Menchu Valero y Manolo Parres Costa, en San Vicente del Raspeig, es alegre y claro, con piscina, porche y jardín. Menchu habla por los codos, y con la misma facilidad ríe que se emociona recordando anécdotas de su relación con la gente de Adecop, iniciada antes de que estuvieran constituidos en asociación.
En noviembre hará quince años que les entregaron a sus hijos en Colombia; tenían 14 meses, hacía cuatro que su madre había muerto de cáncer y el padre no pudo hacerse cargo de ellos. Menchu y Manolo sólo habían esperado un año, después de haber intentado la adopción nacional, en la que se les previno de que tendrían que esperar 7 u 8 años. El técnico les habló de una familia de Xátiva que había adoptado en mucho menos tiempo en Rumanía, ellos la localizaron y emprendieron viaje con una dirección, un contacto de abogado y cargados de alimentos, ropa, biberones y mucha, mucha ilusión. Y se les cayó el alma a los pies cuando en el mismo aeropuerto se toparon con la cruda realidad de un anuncio escueto: "vendemos niños rubios y sanos". Así que se trataba de comprar y el proceso era fácil: ir al orfanato y elegir. Allí, dice Menchu, falsificaban cualquier documentación incluidos los certificados médicos. En el mismo hotel, hablando con los muchos españoles que habían acudido también para adoptar, supieron que su sueño (dos hermanitos, preferentemente mellizos), tenía un precio: 400.000 pesetas. Se volvieron sin niños y entonces entraron en contacto con Adecop. Y acabaron en Colombia.
Gema, que tiene un carácter más retraído, prefiere no salir a hablar con nosotros pero Alejandro sí lo hace gustosamente, aunque esté en vísperas de un examen. Dice que con su mucha familia de aquí se siente integrado, pero se está planteando viajar a Colombia "para saber de dónde vengo y buscar a mi gente de allá". Con su hermana nunca hablan del tema. Adora a su madre española, Menchu, "a la que quiere todo el mundo", y con su padre "se lleva bien". Ella lo mira henchida de orgullo, "¿has visto qué guapo es?, yo les digo que han sido paridos dos veces: una por su madre, que Dios me la bendiga, y otra por mí".
Pilar Samper y José Manuel Pagán, de Pilar de la Horadada, también son padres; pero padres en espera. Sentían que su familia "no estaba completa", y debido a la imposibilidad biológica de tener hijos propios se decidieron por la adopción. Están en la lista de 0 a 2 años y en principio esperan un solo niño (o niña) "aunque si fueran dos nos los quedaríamos también". Otras familias adoptantes les animaron, pensaron hacerlo a través de una ECAI de confianza reconocida y están muy a gusto con Adecop, "nos sentimos mas protegidos, más arropados, ya que tiene representantes en Colombia, el país que elegimos porque en los talleres que hicimos en Alicante nos dijeron que allí los niños eran muy importantes; durante el proceso de adopción nacen dudas, inquietudes, y si vas por libre hay que buscar un abogado en el país de adopción. Es mejor ir sobre seguro y con personas de toda confianza". Cuando vayan a buscar a su hijo tendrán que estar un mes, y al hacerlo por mediación de Adecop cuentan con una representante para ayudarles en la tramitación.
Al decidirse a adoptar buscaron información en Internet, en la página de Generalitat Valenciana; pidieron cita, les explicaron el proceso y lo tuvieron claro. Calculan unos tres años de espera, "hay que tener paciencia". La habitación la decorarán el padrino y la madrina del niño o la niña; la quieren muy infantil, acogedora y con mucho colorido, y piensan adecuar la más cercana a su dormitorio. Tanto ellos como sus familiares y amigos soportan la espera "con toda la ilusión del mundo, haciéndonos la cuenta de que es un embarazo muy largo".
Éstas son tres historias entre miles. Si hurgáramos en cualquiera de las familias que quieren adoptar un hijo (o varios, que no es inusual) podríamos recoger incontables anécdotas, todas teñidas por el mismo color: la ilusión. Les da lo mismo que su futuro hijo o futura hija sea de piel amarilla o negra, cobriza o casi translúcida de puro blanca. Lo único que realmente les mporta es poder dar su amor maternal y paternal cuanto antes a un ser que lo necesita, y recibir ellos a su vez el amor filial que también están necesitando. Saben que existen las listas de espera y las asumen con paciencia. Saben que cuado los niños a adoptar no son bebés sino que tienen ya 4, 6 o más años, la espera se acorta porque la demanda de niños con esas características es menor. Y saben también que si adoptan a varios hermanos, será una baza a considerar a la hora de esperar menos.
Verdaderos expertos en el tema son los miembros de Adecop, Federación de Asociaciones de Adopción Internacional, con cuyos presidente y vicepresidente, Miguel Góngora y José Ramón Solano, charlamos largamente. Los dos coinciden en que lo que realmente importa transmitir es el sentido de lo que se está haciendo, y la felicidad que se está proporcionando a muchas personas, tanto a los niños adoptados como a las familias adoptantes. Adecop empezó a funcionar el 20 de enero de 1995 como la primera Agencia de Adopción Internacional que hubo en España. Y dice Miguel Góngora que para ellos "es un trabajo sobre todo humano; para las familias, es la forma de poder tener hijos". Tanto él como José Ramón Solano son padres adoptantes hace ya varios años, así que saben bien de lo que hablan.
Por ellos sabemos que no en todos los países los trámites tardan igual; por ejemplo, en Colombia a los 45/50 días de la solicitud, el Instituto de Bienestar Familiar envía una carta comunicando si el solicitante es apto o no para adoptar, y en qué rango de edades de niños (de 0 años hasta más de 8) se le encasilla; a partir de ahí, las gestiones pueden tardar un mínimo de 4 años. Sin embargo, en China ese tiempo se alarga a 8 o 12 años. En Etiopía, por contra, suele acortarse más. Dice José Ramón Solano que "un embarazo biológico ya se sabe que son 9 meses, pero uno de adopción nunca es de plazo fijo, y eso crea ansiedad". Conscientes de ello, en Adecop ofrecen muchos más servicios que una agencia de adopción normal puesto que de lo que se trata, por encima de todo, es de buscar lo mejor para los niños y facilitarle las cosas a las familias. En cada país cuentan con personas que les acompañan y resuelven sus dudas, durante el mes que tienen que pasar familiarizándose con su futuro hijo o hija.
Nos dicen también que, conforme los países aumentan sus nivel de vida, disminuyen los niños para adoptar. "Y entonces buscamos otros países porque, lamentablemente, la miseria no se acaba nunca". Es interesante saber que el criterio para entregar a los niños no se centra en un nivel económico elevado, sino mucho más en la estabilidad laboral, familiar y emocional de las familias aspirantes. Que pueden ser monoparentales (mujeres, casi siempre) y que todavía no incluyen a los gays y lesbianas, ni por separado ni en pareja. Una clara discriminación se nos antoja, y nos responden que "son las leyes de los países que dan a sus niños, contra eso no podemos hacer nada". No se podrá, pero no deja de ser injusto y discriminatorio.
Con respecto a los programas de solidaridad, dice Miguel Góngora que "cuando tú vas a un país y piensas que sus niños tienen que tener futuro, dices: bueno, vamos a hacer proyectos de cooperación aquí". A veces los hacen solos, a veces con cofinanciación de entidades e instituciones, Generalitat, Diputación, AyuntamientosÉ Y dice también una cosa hermosa: "Nosotros intentamos por todos los medios que los niños se queden y progresen con sus familias biológicas, en sus países, en su ambiente; pero cuando todo les falla y nadie los quiere, ahí estamos nosotros para recogerlos y darles la esperanza de una nueva vida".
Esa nueva vida es la que les brindan las familias de adopción. Que, dicen ellas mismas, "reciben con esos hijos mucho más de lo que dan". Ya aquí en España y en nuestra Comunidad, "aún no se nos ha dado el caso de un niño o niña que no se haya podido integrar en su barrio o en su colegio". Se cuida mucho, eso sí, hasta el último detalle antes de dar un niño en adopción; se observa, se analiza, se comprueba. No sirve, por ejemplo, el impulso sentimental a raíz de una catástrofe, cuando lo de Haití miles de familias quisieron adoptarÉ pero así no sirve. Tiene que ser una decision meditada, madurada. Y eso lleva tiempo. Hoy nosotros podíamos haberlo invertido en mostrar estadísticas, datos, gráficosÉ Pero hemos preferido que hable el corazón.
En el colegio Mihret se ha adaptado "desde el primer día". La comida ha costado algo más porque añoraba la "injera" tradicional etíope pero, gracias al comedor escolar, en la última reunión española/etíope de las que celebran las familias rechazó la "injera": quiero pan con all i oli, dijo. Según Trini, "no hay palabras" para describir el cambio positivo que Mihret ha traído a su vida. Ella es enfermera en el Hospital General, ahora tiene un puesto de mañanas fijas y así le quedan las tardes para disfrutar de su hija y jugar juntas, en casa o por la urbanización en la Playa de San Juan.
Mihret nos muestra su muñeca etíope: "yo era así de chiquitina en Addis Abeba". Allí su madre biológica se quedó con el hijo varón, a las niñas ha que darles dote y eso es muy caro. Debe ser desgarrador tomar la decisión, pero la primera madre sabe que con la segunda Mihret tiene asegurada casa, educación, sanidad, ropa, juguetesÉ todo lo que ella jamás podría darle. La guinda de esta historia es que Trini ya tenía solicitada la adopción nacional. Al concederle la etíope "la paré porque es obligatorio esperar un tiempo entre una adopción y otra; pero en cuanto me dejen la volveré a activar, y si hay suerte aumentaremos la familia".
La familia, en casa de los mellizos Alejandro y Gema, incluye hasta a los perros con un aire inconfundible de felicidad. El hogar en el que viven con Menchu Valero y Manolo Parres Costa, en San Vicente del Raspeig, es alegre y claro, con piscina, porche y jardín. Menchu habla por los codos, y con la misma facilidad ríe que se emociona recordando anécdotas de su relación con la gente de Adecop, iniciada antes de que estuvieran constituidos en asociación.
En noviembre hará quince años que les entregaron a sus hijos en Colombia; tenían 14 meses, hacía cuatro que su madre había muerto de cáncer y el padre no pudo hacerse cargo de ellos. Menchu y Manolo sólo habían esperado un año, después de haber intentado la adopción nacional, en la que se les previno de que tendrían que esperar 7 u 8 años. El técnico les habló de una familia de Xátiva que había adoptado en mucho menos tiempo en Rumanía, ellos la localizaron y emprendieron viaje con una dirección, un contacto de abogado y cargados de alimentos, ropa, biberones y mucha, mucha ilusión. Y se les cayó el alma a los pies cuando en el mismo aeropuerto se toparon con la cruda realidad de un anuncio escueto: "vendemos niños rubios y sanos". Así que se trataba de comprar y el proceso era fácil: ir al orfanato y elegir. Allí, dice Menchu, falsificaban cualquier documentación incluidos los certificados médicos. En el mismo hotel, hablando con los muchos españoles que habían acudido también para adoptar, supieron que su sueño (dos hermanitos, preferentemente mellizos), tenía un precio: 400.000 pesetas. Se volvieron sin niños y entonces entraron en contacto con Adecop. Y acabaron en Colombia.
Gema, que tiene un carácter más retraído, prefiere no salir a hablar con nosotros pero Alejandro sí lo hace gustosamente, aunque esté en vísperas de un examen. Dice que con su mucha familia de aquí se siente integrado, pero se está planteando viajar a Colombia "para saber de dónde vengo y buscar a mi gente de allá". Con su hermana nunca hablan del tema. Adora a su madre española, Menchu, "a la que quiere todo el mundo", y con su padre "se lleva bien". Ella lo mira henchida de orgullo, "¿has visto qué guapo es?, yo les digo que han sido paridos dos veces: una por su madre, que Dios me la bendiga, y otra por mí".
Pilar Samper y José Manuel Pagán, de Pilar de la Horadada, también son padres; pero padres en espera. Sentían que su familia "no estaba completa", y debido a la imposibilidad biológica de tener hijos propios se decidieron por la adopción. Están en la lista de 0 a 2 años y en principio esperan un solo niño (o niña) "aunque si fueran dos nos los quedaríamos también". Otras familias adoptantes les animaron, pensaron hacerlo a través de una ECAI de confianza reconocida y están muy a gusto con Adecop, "nos sentimos mas protegidos, más arropados, ya que tiene representantes en Colombia, el país que elegimos porque en los talleres que hicimos en Alicante nos dijeron que allí los niños eran muy importantes; durante el proceso de adopción nacen dudas, inquietudes, y si vas por libre hay que buscar un abogado en el país de adopción. Es mejor ir sobre seguro y con personas de toda confianza". Cuando vayan a buscar a su hijo tendrán que estar un mes, y al hacerlo por mediación de Adecop cuentan con una representante para ayudarles en la tramitación.
Al decidirse a adoptar buscaron información en Internet, en la página de Generalitat Valenciana; pidieron cita, les explicaron el proceso y lo tuvieron claro. Calculan unos tres años de espera, "hay que tener paciencia". La habitación la decorarán el padrino y la madrina del niño o la niña; la quieren muy infantil, acogedora y con mucho colorido, y piensan adecuar la más cercana a su dormitorio. Tanto ellos como sus familiares y amigos soportan la espera "con toda la ilusión del mundo, haciéndonos la cuenta de que es un embarazo muy largo".
Éstas son tres historias entre miles. Si hurgáramos en cualquiera de las familias que quieren adoptar un hijo (o varios, que no es inusual) podríamos recoger incontables anécdotas, todas teñidas por el mismo color: la ilusión. Les da lo mismo que su futuro hijo o futura hija sea de piel amarilla o negra, cobriza o casi translúcida de puro blanca. Lo único que realmente les mporta es poder dar su amor maternal y paternal cuanto antes a un ser que lo necesita, y recibir ellos a su vez el amor filial que también están necesitando. Saben que existen las listas de espera y las asumen con paciencia. Saben que cuado los niños a adoptar no son bebés sino que tienen ya 4, 6 o más años, la espera se acorta porque la demanda de niños con esas características es menor. Y saben también que si adoptan a varios hermanos, será una baza a considerar a la hora de esperar menos.
Verdaderos expertos en el tema son los miembros de Adecop, Federación de Asociaciones de Adopción Internacional, con cuyos presidente y vicepresidente, Miguel Góngora y José Ramón Solano, charlamos largamente. Los dos coinciden en que lo que realmente importa transmitir es el sentido de lo que se está haciendo, y la felicidad que se está proporcionando a muchas personas, tanto a los niños adoptados como a las familias adoptantes. Adecop empezó a funcionar el 20 de enero de 1995 como la primera Agencia de Adopción Internacional que hubo en España. Y dice Miguel Góngora que para ellos "es un trabajo sobre todo humano; para las familias, es la forma de poder tener hijos". Tanto él como José Ramón Solano son padres adoptantes hace ya varios años, así que saben bien de lo que hablan.
Por ellos sabemos que no en todos los países los trámites tardan igual; por ejemplo, en Colombia a los 45/50 días de la solicitud, el Instituto de Bienestar Familiar envía una carta comunicando si el solicitante es apto o no para adoptar, y en qué rango de edades de niños (de 0 años hasta más de 8) se le encasilla; a partir de ahí, las gestiones pueden tardar un mínimo de 4 años. Sin embargo, en China ese tiempo se alarga a 8 o 12 años. En Etiopía, por contra, suele acortarse más. Dice José Ramón Solano que "un embarazo biológico ya se sabe que son 9 meses, pero uno de adopción nunca es de plazo fijo, y eso crea ansiedad". Conscientes de ello, en Adecop ofrecen muchos más servicios que una agencia de adopción normal puesto que de lo que se trata, por encima de todo, es de buscar lo mejor para los niños y facilitarle las cosas a las familias. En cada país cuentan con personas que les acompañan y resuelven sus dudas, durante el mes que tienen que pasar familiarizándose con su futuro hijo o hija.
Nos dicen también que, conforme los países aumentan sus nivel de vida, disminuyen los niños para adoptar. "Y entonces buscamos otros países porque, lamentablemente, la miseria no se acaba nunca". Es interesante saber que el criterio para entregar a los niños no se centra en un nivel económico elevado, sino mucho más en la estabilidad laboral, familiar y emocional de las familias aspirantes. Que pueden ser monoparentales (mujeres, casi siempre) y que todavía no incluyen a los gays y lesbianas, ni por separado ni en pareja. Una clara discriminación se nos antoja, y nos responden que "son las leyes de los países que dan a sus niños, contra eso no podemos hacer nada". No se podrá, pero no deja de ser injusto y discriminatorio.
Con respecto a los programas de solidaridad, dice Miguel Góngora que "cuando tú vas a un país y piensas que sus niños tienen que tener futuro, dices: bueno, vamos a hacer proyectos de cooperación aquí". A veces los hacen solos, a veces con cofinanciación de entidades e instituciones, Generalitat, Diputación, AyuntamientosÉ Y dice también una cosa hermosa: "Nosotros intentamos por todos los medios que los niños se queden y progresen con sus familias biológicas, en sus países, en su ambiente; pero cuando todo les falla y nadie los quiere, ahí estamos nosotros para recogerlos y darles la esperanza de una nueva vida".
Esa nueva vida es la que les brindan las familias de adopción. Que, dicen ellas mismas, "reciben con esos hijos mucho más de lo que dan". Ya aquí en España y en nuestra Comunidad, "aún no se nos ha dado el caso de un niño o niña que no se haya podido integrar en su barrio o en su colegio". Se cuida mucho, eso sí, hasta el último detalle antes de dar un niño en adopción; se observa, se analiza, se comprueba. No sirve, por ejemplo, el impulso sentimental a raíz de una catástrofe, cuando lo de Haití miles de familias quisieron adoptarÉ pero así no sirve. Tiene que ser una decision meditada, madurada. Y eso lleva tiempo. Hoy nosotros podíamos haberlo invertido en mostrar estadísticas, datos, gráficosÉ Pero hemos preferido que hable el corazón.