Una superproducción sobre la masacre de Nanjing. Un episodio clave de la historia de China, aún hoy punto de fricción con Japón. Pasó la censura, pero enojó a muchos y fue retirada prematuramente de las salas. Nos lo cuenta Lu Chuan, autor de la película que ganó en San Sebastián y que pronto llegará a los cines.
El 13 de diciembre de 1937, después de tres días de intensos bombardeos, el Ejército imperial japonés entró a sangre y fuego en la ciudad de Nanjing, entonces capital de la República China bajo el Gobierno nacionalista de Chiang Kai-chek. La ocupación y las matanzas indiscriminadas de civiles y prisioneros de guerra chinos que tuvieron lugar las seis semanas que siguieron constituyen una de las páginas más oscuras de la historia de la primera mitad del siglo XX. Entre 100.000 y más de 300.000 personas, dependiendo de las fuentes, fueron aniquiladas y decenas de miles de mujeres y adolescentes fueron violadas, en una orgía de atrocidades conocida como "la masacre de Nanjing" o "la violación de Nanjing".
Los sucesos, en plena segunda guerra chino-japonesa (1937-1945), constituyen aún hoy uno de los principales puntos de fricción en las relaciones entre China y Japón. Pekín considera que Tokio no ha pedido nunca perdón de una manera convincente por la invasión de China, mientras en Japón parte de la clase política y de la población aseguran que China exagera los crímenes cometidos durante las campañas japonesas en Asia mientras se abstiene en casos propios como la Revolución Cultural (1966-1976) o la matanza de Tiananmen (1989).
Lu Chuan, de 39 años, uno de los jóvenes directores chinos más destacados, que la crítica ha llegado a apodar el Spielberg chino, decidió acometer el ambicioso y delicado proyecto de contar el horror de lo que sucedió aquellas semanas. El resultado es Ciudad de vida y muerte, una dramatización histórica en blanco y negro de algo más de dos horas de duración que ganó la Concha de Oro en la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián y llegará a las pantallas en España el 9 de abril.
La película se ha visto rodeada por la polémica desde que fue estrenada en China en abril del año pasado. Muchos ultranacionalistas criticaron el retrato amable que hace de uno de los soldados japoneses, Kadokawa (interpretado por Hideo Nakaizumi), y las flaquezas de lealtad hacia la patria de uno de los caracteres chinos, el señor Tang (Fan Wei), asistente de John Rabe, un empresario nazi que creó una zona de protección civil en Nanjing –ciudad conocida antiguamente como Nanking– y ayudó a salvar la vida de más de 200.000 personas. Lu Chuan recibió correos electrónicos con amenazas de muerte. La cinta, que ha sido percibida por otros espectadores como patriótica y propagandística, cuenta con el respaldo del poderoso departamento de propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh).
El proceso de realización de Ciudad de vida y muerte duró cuatro años y medio, y contó con un presupuesto de 7,4 millones de euros. Nada más llegar a las pantallas se convirtió en un éxito. Pero la polémica no se hizo esperar. "Lo que ocurrió es muy complejo", explica el director, en un inglés fluido, en la oficina de un promotor del filme en Pekín. "Tras 10 días en las salas, las protestas llegaron a tal punto –periódicos criticándola, gente que tiraba botellas contra la pantalla en algunos cines– que los funcionarios que la habían autorizado se asustaron. No querían problemas, y pensaron en paralizar la distribución. Todo el mundo hablaba de Nanjing, Nanjing [nombre de la cinta en China]. Entonces, el productor decidió enseñársela a Li Changchun [responsable de propaganda del PCCh y uno de los nueve miembros del Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano de poder en China] o Li Changchun pidió verla, y éste dijo que no veía ningún problema, que siguiera exhibiéndose".
La proyección continuó, pero, a pesar del éxito en las salas, fue retirada menos de un mes después del estreno, "sin ninguna explicación", según Lu. "Realmente no sé qué pasó. Lo que ocurrió es como un reflejo de la sociedad china, que está transformándose. Inicialmente fue designada una de las 10 películas recomendadas para conmemorar el 60º aniversario de la fundación de la República Popular China [el pasado 1 de octubre], pero a los 25 días de estar en las salas fue retirada y recibió la prohibición de presentarse a ningún festival nacional", dice. ¿Se trató de no exacerbar los ánimos, de calmar el fervor patriótico, en un país siempre temeroso de la inestabilidad social? Difícil de saber en este país de arcanos políticos.
En el tiempo que estuvo en cartelera, Ciudad de vida y muerte recaudó 170 millones de yuanes (18,3 millones de euros), según su director, y ha sido distribuida en Corea del Sur, Francia, España y Japón, entre otros países. "Tengo verdadera curiosidad por ver la reacción del público japonés. Iré allí", asegura.
La carrera internacional de Ciudad de vida y muerte también ha sufrido tropiezos. Las autoridades chinas forzaron su salida del Festival Internacional de Cine de Palm Springs (California), porque en el mismo participaba un documental sobre el líder budista tibetano Dalai Lama, a quien el Gobierno considera un separatista. Tampoco fue aceptada por Pekín para optar a los Oscar. "En China, a veces las películas pertenecen al director, a veces pertenecen a la productora, pero otras veces pertenecen al país", afirma.
"Mi objetivo al hacer esta película era doble", cuenta Lu. "Por un lado, contar al mundo la verdad de la masacre de Nanjing, y por otro, mostrar la naturaleza de la guerra y la naturaleza del ser humano".
Lu ha oído hablar mucho de guerra. En 1989, tras acabar el colegio y a la vista de las revueltas de Tiananmen, sus padres lo metieron en el Ejército. "Querían un lugar seguro para mí", dice. Luego estudió cuatro años inglés en la escuela militar, en Nanjing, y a continuación trabajó dos años como secretario de un general. Pero el cine ya le daba vueltas en la cabeza.
Tras dejar el trabajo, entró en el Instituto Cinematográfico de Pekín. Una vez graduado, tuvo que esperar tres años antes de poder afrontar su primer proyecto, La pistola desaparecida (2002), que funcionó bien en taquilla y le permitió rodar su segunda cinta,Kekexili: la patrulla de montaña (2004).
Después, Lu Chuan, hijo del novelista Lu Tianming, quiso rodar una historia de unos niños que crecen en la región autónoma de Xinjiang durante la Revolución Cultural. El tema le era muy querido, ya que él mismo nació en esa época en esta región, cuna de la minoría étnica musulmana uigur. "Mis padres se fueron a Xinjiang siguiendo la llamada de Mao. Estuvieron allí 15 años. Cuando volvimos a Pekín, yo tenía cinco años. Quería rendir homenaje a mis padres y sus amigos, a los jóvenes que sacrificaron su juventud por el país", cuenta.
No pudo ser. En China, todos los guiones deben ser sometidos al escrutinio oficial antes de recibir el permiso de rodaje, y chocó con la censura. Por un lado, porque la historia transcurre en una región en la que existen fuertes tensiones étnicas latentes entre los uigures y los han, la etnia mayoritaria en China. Pero, sobre todo, según dice, porque sucedía durante el caos de la Revolución Cultural. "Me pidieron que no utilizara como contexto la Revolución Cultural. Pero no podía aceptarlo, porque la historia era en esa época. Suspendimos el proyecto a mitad de la preparación, y decidí esperar. Quizá pueda ser mi quinta o sexta película".
Fue así como llegó la historia de Nanjing. Pero tampoco fue fácil. "Tardamos siete meses en lograr la aprobación inicial. Había seis proyectos de películas sobre la masacre de Nanjing compitiendo [el 70º aniversario del suceso se acercaba]. La nuestra fue una de las dos elegidas para ser rodadas. Si China hubiera estrenado seis películas sobre este evento en un año, habría sido un grave problema internacional. El Gobierno debió de pensar que supondría una provocación para Japón o podría arruinar las relaciones comerciales".
Una vez terminada la cinta, la volvió a someter al organismo supervisor, quien ordenó a Lu que diera algunos tijeretazos. "No recuerdo exactamente qué partes. Me pidieron que cambiara una o dos palabras en el diálogo y acortara los planos de cadáveres desnudos de mujeres en las calles. Originalmente eran seis o siete segundos; lo dejé en dos o tres".
La película es de una gran crudeza para los estándares en China y contiene imágenes mucho más violentas y explícitas que las que habitualmente ordena cortar la censura oficial en otros filmes. "Mi productor, Han Sanping, convenció a la gente que tenía que autorizar la exhibición. Sé que puede ser dura para los niños, pero yo tenía que salvar la película, hacer que llegara al público. Lo siento, pero de momento no hay otra opción". China carece de un sistema de clasificación, por lo que todas las películas que llegan a los cines son aptas para todos los públicos.
Lu Chuan dice que optó por hacer girar la historia alrededor del punto de vista del soldado japonés Kadokawa, "a pesar de que sabía que era arriesgado", porque le ayudó a comprender el conjunto de lo sucedido. Respecto al personaje del señor Tang, que decide colaborar con las fuerzas invasoras para defender a su familia aunque más tarde afronta la muerte con dignidad, asegura que es un ejemplo típico de la forma de ser china. "Los chinos, especialmente los hombres, se rinden con mucha facilidad, pero al mismo tiempo son muy fuertes cuando su familia está en peligro. Se transformarán de cordero en león. En el espíritu del señor Tang hay algo de mí mismo".
Quizá por ello, Lu asegura que prefiere trabajar dentro del sistema, aunque pierda "mucha libertad". "Quiero hacer películas para la mayoría del público chino, compartir mis sentimientos y mis opiniones personales. No quiero hacer películas sólo para el público extranjero. Me gustan los festivales, los premios, pero no son lo que me empuja a hacer cine".
También afirma que lucharía para evitar que una cinta suya fuera censurada, pero que si tuviera que cortarla para poder mostrarla en China, lo haría. "La censura está ahí, y es algo a lo que tienes que hacer frente, pero está disminuyendo. No somos tan libres como los directores en España o Estados Unidos, pero estamos luchando, presionando para tener más libertad. Amo a China, y prefiero luchar desde dentro, porque aunque no puedas lograr tu propio sueño, puedes contribuir a que tus hijos o nietos disfruten de la libertad. Ciudad de vida y muerte es un hito. Este tipo de filme no habría podido ser mostrado en público hace cinco años".