Las adopciones internacionales se complican y las nacionales siguen siendo difíciles, aunque 30.000 niños están tutelados por organismos en España Los padres adoptivos piden que se acorten los plazos de ambas
ESPAÑA es el país europeo con más adopciones. El segundo del planeta detrás de Estados Unidos. La cifra de los 'hijos de corazón' -no biológicos- que viven con nosotros ha crecido en la última década. En 2000 se produjo un 'boom' de expedientes internacionales porque 'conseguir' una adopción de un crío español era más largo y, además, se impuso la idea de que había muy pocos niños nacionales que lo necesitasen. Con ese 'boom' de solicitudes de adopción que trajo bajo el brazo el siglo XXI aumentaron los tiempos de espera. La saturación burocrática y la búsqueda de máximas garantías para el menor demoran el momento en que padres e hijos comienzan a compartir un mismo techo. Entre los 9 meses y los 2 años: pocas familias tienen la suerte de poderse abrazarse a diario antes de ese plazo. Además, desde 2005, los menores que cruzan nuestras fronteras con una familia y un hogar definitivos son cada vez menos porque las restricciones de los países de origen se han recrudecido. Las mafias se enriquecen con las ansias de muchos individuos. Así se llega a situaciones como la producida hace unas semanas, cuando la Junta de Andalucía anunció la suspensión de adopciones con Rusia temporalmente tras destaparse varios casos de corrupción.Para llegar al final -o al principio, según se mire- de una historia feliz, como tener un hijo muy deseado en casa, se suele pasar un «calvario burocrático de plazos interminables», denuncian muchos padres implicados en procesos de adopción legales que llegaron a buen puerto. PADRES DE DMITRINiño ruso de 2 años aún en el orfanato«Somos tres aunque él siga allí»Manuel y su mujer están a punto de volar a Ekaterimburgo (Rusia) para reunirse con Dmitri, un crío de dos años y pico que se llamará Ángel Dmitri cuando aterrice en Granada junto a sus flamantes padres, de los que ya disfrutó tres días en marzo pasado. Entonces, ellos se 'acercaron' a conocerlo al orfanato donde aún corretea esa preciosura de ojos azules que es querido «a rabiar» en el que será su nuevo hogar. Precisamente entre las paredes de esta casa granadina han pasado miedo por la reciente suspensión de adopciones con Rusia. Suspiran. A ellos no les afecta. Todo sigue adelante.«Hace siete meses que conocimos a Dmitri y desde entonces somos tres en casa, aunque siga allí. Cada día nos acordamos de él.. Es muy fuerte tocarlo, besarlo, ver sus fotos... y no tenerlo. Por favor, que acorten los plazos de espera», señala este hombre que planea escribir un libro narrando este proceso «rocambolesco».Algo más de dos años van a transcurrir desde aquel día que Manuel y su mujer decidieron demostrar a la Junta de Andalucía que podían ser buenos padres para algún niño ruso que lo necesitara. Ya están con la miel en los labios, sólo falta el juicio (mero trámite) en Rusia para que Dmitri goce de apellidos españoles y un hogar lleno de ilusiones y, por qué negarlo, ciertos miedos emocionales. Atrás quedaron cursos, certificados (médicos, pruebas de VIH, oncológicas, de antecedentes penales, económicas...) y entrevistas con una psicóloga y una trabajadora social. Estas últimas -en marzo de 2007- concluyeron que el matrimonio podía gozar del Certificado de Idoneidad, una de las 'joyas' indispensables que deben conseguir los 'futuribles' padres (en realidad, la idoneidad sólo dejó fuera al 3% de los solicitantes el año pasado). Hasta poder mirar a la cara a «tu nuevo hijo hay demasiados intermediarios». Los notarios han jugado un papel fundamental para certificar que son auténticas -por ejemplo- las fotos de la casa de Manuel y su mujer. En este periplo personal han sido asesorados por una abogada sevillana, cuya minuta asciende a 3.000 euros.Pero el dinero se gasta y se olvida. «Corrí a la cafetería cerca de casa para que la camarera rusa me tradujese la carta que apareció en mi buzón un día de enero de 2008, tres meses después de mandar todos los papeles a Rusia. En ella, el ministerio ruso nos decía que había aceptado la solicitud y que estaba todo en regla», rememora Manuel, que otros tres meses más tarde estaba arreglando como loco el visado y los turnos en su trabajo para poder ir a conocer a Dmitri. Sólo les comunicaron con 10 días de antelación que la asignación estaba hecha. «Debíamos ir hasta allí para aceptar la asignación y conocer al niño si lo deseábamos... Nunca olvidaré el momento en que apareció y nos abrazó en aquella habitación. No paraba de decir 'mío, mío' en ruso... Comía tres veces al día, y bien, estaba sano... Pero están tan faltos de cariño», abunda alguien que antes de diciembre tendrá que pasar en Rusia unas semanas, convivir de nuevo con Dmitri lejos de la que será su casa, y, por fin, ser una familia.JUAN VIDA Y MARÍA JOSÉPadres de Lucía. Llegó hace 3 años«Los tiempos de espera son buenos»El pintor granadino Juan Vida y su mujer María José conocieron a su hija Julia cuando ésta tenía 14 meses. Fue en China. Sólo un viaje. Diecisiete días de estancia en el 'gigante asiático'. Un año y diez meses de espera se esfumaron. Ese plazo les parece razonable. «A finales de 2003, cuando empezamos el trámite, no había tanta demanda. Tuvimos la sensación de que era un proceso limpio», dice el artista, defensor de las esperas prolongadas.«Hay parejas que se echan atrás, no porque el proceso les aburre, sino porque se separan o se dan cuenta de que no quieren renunciar a un suculento puesto de trabajo. Está bien que se vaya decantando la selección. No es cualquier cosa traerse a un niño. Es mucha responsabilidad», apostilla Juan Vida, antes de reconocer que en Rusia y en Suramérica los procesos son más engorrosos.«A fin de cuentas, la experiencia es fantástica. A mí me ha ayudado a explicarle mi idea del mundo a alguien, a mí hija. Te cubre necesidades afectivas, y tú al niño. Además, pones los pies en la tierra... aprendes tantas cosas con la paternidad», asevera el artista.PEDRO Y SU MUJERHace más de tres años solicitaron un niño o dos hermanos españoles. Aún no tienen respuesta. Antes ya habían adoptado a P.«Pedimos que nos den facilidades»Pedro y su mujer llevan disfrutando de la paternidad sólo cuatro años, aunque P. -su hijo adoptivo español- ya ha celebrado su nueve cumpleaños. Hasta que P. llegó a casa pasaron 3 años y medio de papeleos. «El momento de conocerlo, cuando aún estaba en el centro de acogida, fue para nosotros el momento más emocionante de nuestras vidas», recuerda. Los tres juntos han vivido tres años en situación preadoptiva (la familia biológica podía 'reclamarlo') y desde mayo de 2008 es su hijo a todos los efectos. No hay vuelta atrás. «Él es nuestro aire, empezó a decirnos 'papá' y 'mamá' desde el primer día». Cómo no, si P. «pedía a gritos» tener unos 'papis' que lo pudieran querer. Hace tres años y medio, tras la feliz experiencia de convivir con P. unos seis meses, se animaron y solicitaron ante la Junta de Andalucía adoptar otro crío español de 0 a 5 años. Luego ampliaron el expediente y se pusieron a disposición de dos hermanos -también españoles- que lo necesitasen... «No nos han dicho nada. Ni 'mú' en más de tres años. Ni siquiera nos han llamado para valorarnos. Hemos mandado quejas, acudido al Defensor del Pueblo Andaluz, llamado por teléfono...», explica este feliz padre que comprende que a las familias biológicas se les dé infinidad de oportunidades antes de entregar a sus hijos en adopción. Un dato, en España hay actualmente unos 30.000 niños tutelados por organismos públicos y sólo se producen unas 700 ú 800 adopciones al año. Según muchos de los padres demandantes, la adopción nacional es la asignatura pendiente en el sistema de protección de menores. La futura ley, que el PSOE trata de impulsar en estos momentos, intenta precisamente favorecer la adopción o la acogida de los niños por parte de familias, que es el lugar más adecuado para ellos.«Estoy seguro de que para los niños es contraproducente pasar tanto tiempo en centros de acogida mientras sus padres salen de la cárcel, intentan desintoxicarse o abandonar la prostitución... Al final, lamentablemente, muy pocas de esas situaciones tienen vuelta atrás», apostilla Pedro que pide que la administración al menos ofrezca a las familias adoptantes una información continuada, ya que se trata de un «proceso totalmente emocional».
ESPAÑA es el país europeo con más adopciones. El segundo del planeta detrás de Estados Unidos. La cifra de los 'hijos de corazón' -no biológicos- que viven con nosotros ha crecido en la última década. En 2000 se produjo un 'boom' de expedientes internacionales porque 'conseguir' una adopción de un crío español era más largo y, además, se impuso la idea de que había muy pocos niños nacionales que lo necesitasen. Con ese 'boom' de solicitudes de adopción que trajo bajo el brazo el siglo XXI aumentaron los tiempos de espera. La saturación burocrática y la búsqueda de máximas garantías para el menor demoran el momento en que padres e hijos comienzan a compartir un mismo techo. Entre los 9 meses y los 2 años: pocas familias tienen la suerte de poderse abrazarse a diario antes de ese plazo. Además, desde 2005, los menores que cruzan nuestras fronteras con una familia y un hogar definitivos son cada vez menos porque las restricciones de los países de origen se han recrudecido. Las mafias se enriquecen con las ansias de muchos individuos. Así se llega a situaciones como la producida hace unas semanas, cuando la Junta de Andalucía anunció la suspensión de adopciones con Rusia temporalmente tras destaparse varios casos de corrupción.Para llegar al final -o al principio, según se mire- de una historia feliz, como tener un hijo muy deseado en casa, se suele pasar un «calvario burocrático de plazos interminables», denuncian muchos padres implicados en procesos de adopción legales que llegaron a buen puerto. PADRES DE DMITRINiño ruso de 2 años aún en el orfanato«Somos tres aunque él siga allí»Manuel y su mujer están a punto de volar a Ekaterimburgo (Rusia) para reunirse con Dmitri, un crío de dos años y pico que se llamará Ángel Dmitri cuando aterrice en Granada junto a sus flamantes padres, de los que ya disfrutó tres días en marzo pasado. Entonces, ellos se 'acercaron' a conocerlo al orfanato donde aún corretea esa preciosura de ojos azules que es querido «a rabiar» en el que será su nuevo hogar. Precisamente entre las paredes de esta casa granadina han pasado miedo por la reciente suspensión de adopciones con Rusia. Suspiran. A ellos no les afecta. Todo sigue adelante.«Hace siete meses que conocimos a Dmitri y desde entonces somos tres en casa, aunque siga allí. Cada día nos acordamos de él.. Es muy fuerte tocarlo, besarlo, ver sus fotos... y no tenerlo. Por favor, que acorten los plazos de espera», señala este hombre que planea escribir un libro narrando este proceso «rocambolesco».Algo más de dos años van a transcurrir desde aquel día que Manuel y su mujer decidieron demostrar a la Junta de Andalucía que podían ser buenos padres para algún niño ruso que lo necesitara. Ya están con la miel en los labios, sólo falta el juicio (mero trámite) en Rusia para que Dmitri goce de apellidos españoles y un hogar lleno de ilusiones y, por qué negarlo, ciertos miedos emocionales. Atrás quedaron cursos, certificados (médicos, pruebas de VIH, oncológicas, de antecedentes penales, económicas...) y entrevistas con una psicóloga y una trabajadora social. Estas últimas -en marzo de 2007- concluyeron que el matrimonio podía gozar del Certificado de Idoneidad, una de las 'joyas' indispensables que deben conseguir los 'futuribles' padres (en realidad, la idoneidad sólo dejó fuera al 3% de los solicitantes el año pasado). Hasta poder mirar a la cara a «tu nuevo hijo hay demasiados intermediarios». Los notarios han jugado un papel fundamental para certificar que son auténticas -por ejemplo- las fotos de la casa de Manuel y su mujer. En este periplo personal han sido asesorados por una abogada sevillana, cuya minuta asciende a 3.000 euros.Pero el dinero se gasta y se olvida. «Corrí a la cafetería cerca de casa para que la camarera rusa me tradujese la carta que apareció en mi buzón un día de enero de 2008, tres meses después de mandar todos los papeles a Rusia. En ella, el ministerio ruso nos decía que había aceptado la solicitud y que estaba todo en regla», rememora Manuel, que otros tres meses más tarde estaba arreglando como loco el visado y los turnos en su trabajo para poder ir a conocer a Dmitri. Sólo les comunicaron con 10 días de antelación que la asignación estaba hecha. «Debíamos ir hasta allí para aceptar la asignación y conocer al niño si lo deseábamos... Nunca olvidaré el momento en que apareció y nos abrazó en aquella habitación. No paraba de decir 'mío, mío' en ruso... Comía tres veces al día, y bien, estaba sano... Pero están tan faltos de cariño», abunda alguien que antes de diciembre tendrá que pasar en Rusia unas semanas, convivir de nuevo con Dmitri lejos de la que será su casa, y, por fin, ser una familia.JUAN VIDA Y MARÍA JOSÉPadres de Lucía. Llegó hace 3 años«Los tiempos de espera son buenos»El pintor granadino Juan Vida y su mujer María José conocieron a su hija Julia cuando ésta tenía 14 meses. Fue en China. Sólo un viaje. Diecisiete días de estancia en el 'gigante asiático'. Un año y diez meses de espera se esfumaron. Ese plazo les parece razonable. «A finales de 2003, cuando empezamos el trámite, no había tanta demanda. Tuvimos la sensación de que era un proceso limpio», dice el artista, defensor de las esperas prolongadas.«Hay parejas que se echan atrás, no porque el proceso les aburre, sino porque se separan o se dan cuenta de que no quieren renunciar a un suculento puesto de trabajo. Está bien que se vaya decantando la selección. No es cualquier cosa traerse a un niño. Es mucha responsabilidad», apostilla Juan Vida, antes de reconocer que en Rusia y en Suramérica los procesos son más engorrosos.«A fin de cuentas, la experiencia es fantástica. A mí me ha ayudado a explicarle mi idea del mundo a alguien, a mí hija. Te cubre necesidades afectivas, y tú al niño. Además, pones los pies en la tierra... aprendes tantas cosas con la paternidad», asevera el artista.PEDRO Y SU MUJERHace más de tres años solicitaron un niño o dos hermanos españoles. Aún no tienen respuesta. Antes ya habían adoptado a P.«Pedimos que nos den facilidades»Pedro y su mujer llevan disfrutando de la paternidad sólo cuatro años, aunque P. -su hijo adoptivo español- ya ha celebrado su nueve cumpleaños. Hasta que P. llegó a casa pasaron 3 años y medio de papeleos. «El momento de conocerlo, cuando aún estaba en el centro de acogida, fue para nosotros el momento más emocionante de nuestras vidas», recuerda. Los tres juntos han vivido tres años en situación preadoptiva (la familia biológica podía 'reclamarlo') y desde mayo de 2008 es su hijo a todos los efectos. No hay vuelta atrás. «Él es nuestro aire, empezó a decirnos 'papá' y 'mamá' desde el primer día». Cómo no, si P. «pedía a gritos» tener unos 'papis' que lo pudieran querer. Hace tres años y medio, tras la feliz experiencia de convivir con P. unos seis meses, se animaron y solicitaron ante la Junta de Andalucía adoptar otro crío español de 0 a 5 años. Luego ampliaron el expediente y se pusieron a disposición de dos hermanos -también españoles- que lo necesitasen... «No nos han dicho nada. Ni 'mú' en más de tres años. Ni siquiera nos han llamado para valorarnos. Hemos mandado quejas, acudido al Defensor del Pueblo Andaluz, llamado por teléfono...», explica este feliz padre que comprende que a las familias biológicas se les dé infinidad de oportunidades antes de entregar a sus hijos en adopción. Un dato, en España hay actualmente unos 30.000 niños tutelados por organismos públicos y sólo se producen unas 700 ú 800 adopciones al año. Según muchos de los padres demandantes, la adopción nacional es la asignatura pendiente en el sistema de protección de menores. La futura ley, que el PSOE trata de impulsar en estos momentos, intenta precisamente favorecer la adopción o la acogida de los niños por parte de familias, que es el lugar más adecuado para ellos.«Estoy seguro de que para los niños es contraproducente pasar tanto tiempo en centros de acogida mientras sus padres salen de la cárcel, intentan desintoxicarse o abandonar la prostitución... Al final, lamentablemente, muy pocas de esas situaciones tienen vuelta atrás», apostilla Pedro que pide que la administración al menos ofrezca a las familias adoptantes una información continuada, ya que se trata de un «proceso totalmente emocional».