Había una vez una niña pequeñita y una madre incapaz de cuidarla. Antes de cumplir un año, la pequeña fue abandonada por su progenitora en manos de las autoridades. Tenía poco más de tres años y un inhumano peregrinaje por centros de menores, cuando el amor llegó a su vida: una familia en La Orotava (Tenerife, Islas Canarias) la recibió en su seno. La madre preadoptiva, Soledad Perera, y todos sus hijos ofrecieron a Piedad el cariño, el cuidado, la educación, la protección que hasta entonces le habían sido negados.
Allí, en su casa y con su familia adoptiva, Piedad aprendió que la alegría y la felicidad también pueden formar parte de la vida. Piedad fue feliz, como debe serlo todo niño y toda niña que a este mundo raro traemos los adultos sin pedir permiso. Sería una felicidad efímera. ¡Ay dolor inmerecido! Duró apenas dos años, entre el 2005 y el 2007.
Un mal día, su irresponsable madre biológica reclamó a la niña. Y las irresponsables autoridades, traicionando el mandato legal de velar por el Interés Superior de todo niño y toda niña que en este mundo habitan, arrancaron a Piedad de su hogar y se la entregaron a quien la había parido. Como si de cambiar a una planta de maceta se tratara. Todo en nombre de la ley y de los “derechos” que supuestamente otorgan la genética, nueve meses de embarazo y un trabajo de parto. ¿Acaso tan poca cosa convierte a una mujer en madre?
De nada valieron reclamos y llantos, razón y sentido común; dictámenes médicos que desaconsejaban el atroz desarraigo fueron ignorados. Nadie consultó a la niña, simplemente se la llevaron. Un traslado sin causa del paraíso al infierno. Soledad procuró frenar este atropello y fue condenada penalmente por “desobediencia” a las autoridades. La ley puede convertirse en monstruo en boca de los jueces.
Al poco tiempo de consumado el arrebato materno-oficial, Piedad volvió a ser abandonada en un centro de menores. Desde entonces, año 2007, no se permite a la pequeña contacto alguno con su familia de La Orotava. Nada, ni siquiera una carta, una llamada telefónica, un saludo de cumpleaños, un consuelo, una esperanza. Nada, por decisión de las autoridades; ni el menor indicio ha tenido Piedad de que la siguen queriendo y esperando con su cuarto, sus juguetes, su ropa y todo el amor que recibió intactos. ¿Por qué le llaman a esto “legalidad” cuando el nombre correcto es CRUELDAD?
El caso está narrado en “Peregrina mía”, libro escrito por la madre adoptiva de Piedad. (http://www.peregrinamia.es/) Después de leerlo, como frente a tantas atrocidades que muestra y ha mostrado la historia de la humanidad, nos aplasta la impotencia y toda justicia humana se disfraza de utopía.
Pero el Derecho es lucha, decía Ihering; el Derecho es una inacabada esperanza, decía Negri. Por eso, Soledad sigue luchando por su niña en pos de una esperanza. Por eso ha escrito al Presidente de Canarias la carta que transcribo a continuación.
Carta abierta a Paulino Rivero
Estimado señor Presidente:
Estimado señor Presidente:
Con todos mis respetos voy a exponerle en esta carta mi sentir; las palabras que no me ha dado la oportunidad de decirle directamente mirándole a los ojos a pesar de la cantidad de veces que he ido personalmente a solicitarlo hasta dejarlo presentado por escrito y con registro de entrada.
Lamentablemente, como siempre, el silencio ha imperado como única respuesta desde el Gobierno de Canarias, tanto desde la dirección general de Protección al Menor y a la Familia como de la misma Presidencia del Gobierno. Se ha actuado ignorando totalmente a una ciudadana canaria que ha velado y está luchando sólo por proteger los derechos de una niña, que, en realidad, es la que está recibiendo este castigo.
Largo tiempo vengo reiterando petición a la consejería de Bienestar Social, sección "Protección de Menores", de que se permita a Piedad tener noticias del mundo que traumáticamente se vio obligada a dejar en La Orotava. De que se la permita conocer que aquel mundo sigue existiendo, que no ha desaparecido, que hay personas que la quieren. Y de que se la permita establecer comunicación o contactos personales que la ayuden a recuperar su memoria afectiva, a lo que tiene justo derecho, toda vez que su existencia ha quedado reducida al espacio y vivencias de un centro de menores, condenada a la más absoluta orfandad.
Sepa que, ni una sola vez de las que he solicitado el derecho de Piedad (digo bien: el derecho de Piedad, no el mío) a esa comunicación o a esos contactos, he recibido respuesta de la administración, tampoco de usted en cuanto que he dejado en la sede del Gobierno diversas peticiones de audiencia con el mismo resultado.
Paulino, eso es cierto: nunca jamás he pedido nada para mí. Me he mantenido, en medio del sufrimiento, soportando este vendaval con dignidad y valor, junto a muchos silencios y omisiones de algunas personas que pudieron darle luz a este tortuoso procedimiento y nunca lo hicieron.
La sociedad canaria me ha ayudado a mantenerme en pie. El caso Piedad ha tenido tal magnitud y repercusión, desgraciadamente para ella y para esta familia, que ha llegado hasta el Senado, con motivo de la puesta en marcha, el año pasado, de una Comisión Especial para el Estudio de la Adopción Nacional y Temas Afines.
Unos 20 Ayuntamiento de Tenerife se han pronunciado, en referencia a este caso, a favor de que se respete interés superior del menor por encima de cualquier otro, por muy legítimo que sea. De la misma manera el Cabildo de Tenerife y, en su día, el de Gran Canaria, se posicionaron valientemente en la misma línea. Más de 750 trabajadores de la red social de la infancia de Gran Canaria firmaron ante notario, dejando constancia de su apoyo y solidaridad a Piedad y a esta familia y con ellos a muchos otros niños y niñas que se vieran en semejantes situaciones. Cerca de 40.000 firmas se han recogido en apoyo de que sean respetados los derechos de la niña y en otros términos, asociaciones canarias en defensa de la Infancia, nacionales e internacionales han intervenido con manifiestos de apoyo y colaboraciones, impresionadas con este tema, destacando Prodeni en su lucha incansable por defender los derechos de los Niños y de las Niñas, en concreto, en el caso que nos ocupa, los de Piedad.
El tristemente fallecido Premio Nobel José Saramago junto a su esposa Pilar del Río, pidieron por escrito públicamente para este caso racionalidad y sentido común dejando en su comunicado palabras con tanta carga como honor, humanidad, razón…
Los medios de comunicación se han volcado en este tema desgarrador traspasando el ámbito nacional y cientos de personas han dejado su testimonio plasmado desde la indignación y la impotencia, recibiendo incluso la comprensión de la Casa Real.
El Tribunal Supremo confirma y específica, respecto a otro caso muy similar al de Piedad, lo que significa el interés superior del menor, es decir, tener en cuenta por encima de todo, el interés del Niño, su salud, sus vínculos, sus circunstancias, etc. En medio de este calvario se van consiguiendo logros muy positivos para entre todos caminar con un paso más seguro en un tema tan delicado como éste.
Paulino, su omisión ha ensombrecido la esperanza. Y usted no puede ignorar la realidad ni por ética ni por moral. Un equipo está formado por todos y el máximo responsable de éste no puede desatender, en una materia que clama profesionalidad y humanidad, lo que deciden otras personas y sus nefastas consecuencias.
El sufrimiento que ha desatado en mí la impotencia de obtener el silencio como única respuesta y alternativa de quienes pueden mover los hilos de este sistema, ha herido el fondo de mi ser, pero me ha herido porque su silencio y omisión está produciendo que una niña crea que quienes la quisieron y protegieron en la única época estable de su vida, la han abandonado.
Desde hace varios años estoy pidiendo por humanidad que Piedad sepa que la seguimos queriendo, que su vida en La Orotava fue real, que sus recuerdos, nuestros sentimientos, su felicidad no se las ha llevado la vida como si de un tsunami se tratase.
Desde hace varios años estoy pidiendo por humanidad que Piedad sepa que la seguimos queriendo, que su vida en La Orotava fue real, que sus recuerdos, nuestros sentimientos, su felicidad no se las ha llevado la vida como si de un tsunami se tratase.
No hay justificación que valga para que le nieguen sus vivencias positivas del pasado. No hay mayor desprecio que la indiferencia y la ignorancia hacia tantas solicitudes y cartas presentadas con el sólo fin de que Piedad ejerza su derecho como persona a recuperar su memoria afectiva, e insisto, no es a mí a quienes ustedes están castigando, sino a una niña que un día encontró los brazos abiertos en un hogar donde fue feliz y le arrebataron todo desgarrándole el corazón, y hoy, quema su infancia, pagando los platos rotos de un fracaso descomunal, sin que nadie rectifique ni siquiera permitan que llegue a sus manos, por humanidad, una carta que reconforte sus sueños rotos.
Por todo ello le pido, de corazón, para Piedad, que le permitan recibir noticias de La Orotava, de que todo sigue ahí, de que nada ha desaparecido.
En espera de su respuesta, le saluda atentamente, Soledad Perera.
En espera de su respuesta, le saluda atentamente, Soledad Perera.
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Creo que nosotros, desde aquí, debiéramos apoyarla. Es Piedad quien merece nuestro apoyo; como también lo merecen nuestros niños, nuestras niñas, y todos los niños y niñas del mundo que sufren a causa de la crueldad y el desamor de los adultos. Ya es hora de terminar con este calvario. Muchas voces, en España y en el mundo, lo reclaman. No guardemos nosotros silencio.
Nota: Es posible encontrar más información sobre este atropello a los derechos de Piedad (nombre ficticio para proteger a la niña) en http://www.prodeni.org/Casos/caso_piedad.htm así como también en incontables documentos publicados en Internet. La carta transcrita aparece enhttp://www.eldigitaldecanarias.net/noticia33581.php , se pueden dejar comentarios allí.